Cuando termina la época típicamente vacacional en Europa, una comunidad de deportistas extremos empieza su temporada alta a unos 100 km al norte de Lisboa. En Nazaré, un pequeño pueblo en la costa del Atlántico, hay todo un espectáculo natural frente a la costa.
Allí, gigantescas masas de agua se arremolinan formando las olas más grandes del mundo. Además, si se agudiza la mirada, se pueden divisar en la lejanía personas que surcan esos auténticos monstruos a toda velocidad.
El Big Wave Surf (surf de olas grandes) es una de las disciplinas deportivas extremas más espectaculares y atrae a la costa occidental portuguesa a valientes de todo el mundo. Sebastian Steudtner es uno de ellos y pasa aquí el invierno desde hace diez años en busca de la ola perfecta. El alemán consiguió su mayor éxito el 29 de octubre de 2020 al dominar una ola de cientos de miles de toneladas de peso y 26,21 metros de altura, equivalente a un edificio de nueve pisos. Nadie había logrado nunca tal hazaña, que se convirtió en récord mundial. Durante mucho tiempo se creyó que era algo imposible, pero los sueños de Steudtner van más allá, mucho más allá. «Quiero surfear la mayor ola que se pueda encontrar», afirma con mirada resuelta a sus 38 años.
Centro de peregrinación desde la Edad Media
Nos encontramos con Steudtner en un crudo día de diciembre arriba, en el faro, cuyas imágenes icónicas dan la vuelta al mundo cada vez que se consigue un récord. Construido hace 120 años, domina el Fuerte de San Miguel Arcángel. La fortaleza se edificó en 1577 sobre la meseta rocosa de 110 metros de altitud y ofrece unas vistas inmejorables de las olas.
En el interior hay un museo de ambiente medieval con fotografías fascinantes de los surfistas que han hecho famoso al lugar en la última década. También hay expuestas algunas de sus tablas. Cuando Steudtner se detiene ante la fortaleza con su Porsche Taycan GTS, los empleados le reciben muy cordiales. Aquí le conocen bien, ya que ha establecido una «segunda vida» en Nazaré. En lo alto se extiende una densa niebla y el viento azota. Se ven pocas olas, ninguna mayor de cinco metros, que se mueven tranquilamente hacia Praia do Norte, el largo arenal que hay en la cara norte del acantilado. Hoy solo se han acercado unos pocos curiosos al mirador más popular de la región, en las playas no hay un alma y no se esperan grandes olas para los próximos días.
En verano, sin embargo, esta localidad de la Costa de Plata es uno de los grandes paraísos vacacionales portugueses. Los turistas se agolpan en las playas, el cielo irradia un azul puro y cuesta encontrar una cancha de vóley-playa libre. «No obstante, cuando toca un día de Big Wave la ciudad se colapsa también en invierno», explica Steudtner. «Aquí arriba se reúnen hasta 30 000 personas. Es como si estuvieras surfeando en un estadio».
Desde que un pequeño grupo de pioneros del surf descubrió el lugar en 2011 y las fotos de las gigantescas olas portuguesas empezaron a dar la vuelta al mundo año tras año, Nazaré es famosa por su espectáculo natural. Sebastian Steudtner fue de los primeros en venir, y muchos otros han seguido sus pasos. Sin embargo, aquí acuden peregrinos ya desde la Edad Media a admirar la estatua de la Virgen en la iglesia de Nuestra Señora de Nazaré. Hasta el siglo XIX, Nazaré se convirtió en un importante centro de peregrinación por esta escultura de madera. Según la leyenda, la estatua del Santuario de Nuestra Señora de Nazaré se talló en su día en la ciudad bíblica de Nazaret y le dio nombre a esta localidad en el año 1912. Antiguamente fue la devota adoración, hoy las grandes fuerzas del mar, pero lo que está claro es que Nazaré tiene un poder de atracción muy especial desde hace nada menos que 800 años.
El sueño de lo imposible
Hace un cuarto de siglo, Sebastian Steudtner decidió dedicarse en cuerpo y alma a su pasión. Soñaba con lo inalcanzable y, cuanto más dudas le planteaban los suyos, mayor era su voluntad de conseguirlo. Se crio en Núremberg, a unos 500 kilómetros de la costa, así que el surf no era para él una opción precisamente al alcance de la mano. Sin embargo, cuando se subió a una tabla por primera vez a los nueve años, ideó el ambicioso plan de convertirse en un profesional. A los 13 años se enteró por una revista de la existencia de un internado en Hawái dedicado al surf, y entonces su sueño tomó forma.
"Cuando se lo dije a mi familia, al principio reaccionaron como no podía ser de otra forma: ayer bombero, hoy astronauta, mañana surfista... Nadie me apoyaba en mi idea y pronto me quedó claro que tenía que conseguirlo solo". No obstante, al final sus padres dieron el brazo a torcer y con 16 años se marchó a Maui. El éxito no tardó en llegar, Steudtner se hizo windsurfista, encontró patrocinadores y se clasificó para la Copa del Mundo directamente el primer año. Entonces vivió una experiencia que le cambió la vida.
"Vi romper las olas en un lugar que los locales llamaban Pe’ahi y en ese momento entendí que tenía que hacerme surfista de Big Wave". Pe’ahi —también conocido como «Jaws»— era por aquel entonces la disciplina reina en el mundillo. Sin embargo, Steudtner se encontró con resistencia y los patrocinadores lo abandonaron de un día para otro. "La opinión unánime era que un alemán no tendría nunca éxito en aquel deporte extremo". Sin embargo, una vez más perseveró en su idea y trabajó construyendo piscinas para financiarse su sueño. En 2010 surfeó en Jaws una ola de 20,10 metros que le valió el XXL Global Big Wave Award a la mayor ola de la temporada. Tras nueve años en Hawái se contaba ya entre los mejores del mundo en su disciplina y, justo entonces, empezó a oírse hablar de una pequeña ciudad portuguesa de 10 000 habitantes.
Un lugar de extremos
Volvemos a Nazaré, donde la niebla deja pasar algunos rayos de sol y se despeja la vista de los tejados rojos de la ciudad desde el Mirador del Suberco. En los días en que aquí el tiempo está gris y hay mucho viento, a menudo basta moverse unos kilómetros hacia el interior para descubrir un panorama bien distinto, con un sol radiante y el cielo totalmente azul. Nazaré es un lugar de extremos, en el mar y también en tierra firme.
La localidad se divide en dos barrios. Arriba en el macizo rocoso está Sítio, el casco histórico. Abajo, en la cara sur, está la parte moderna donde vive actualmente la mayoría de la población. Las dos zonas están unidas por el Funicular de Nazaré, que permite superar sin problemas la ruta de 318 metros de longitud y un 42% de pendiente y transporta pasajeros a la cumbre desde el año 1889. Si se quiere hacer un poco de ejercicio, también hay unas escaleras.
Bajamos a la ciudad con Steudtner en el Taycan GTS. «Para mí es el coche perfecto», afirma durante el camino. "Tengo sitio de sobra para ir hasta la playa con dos amigos y tres tablas de surf. En cuanto a las prestaciones, sobran las palabras". Cuando llegamos abajo, nos encontramos con la actividad tranquila propia de la temporada baja, pasamos por callejuelas llenas de alegres colores, admiramos las típicas casas de azulejos portuguesas y disfrutamos en el Café Augusta de galão (café con leche) y de pasteles de nata, es decir, el programa culinario que no puede faltar en todo viaje a Portugal. Las calles empinadas que recuerdan a la capital, Lisboa, conducen todas a la Praia da Nazaré. A lo largo del paseo de casi kilómetro y medio se suceden heladerías, cafés, tiendas de recuerdos y hoteles. Además, omnipresente a la vista, el que es probablemente el faro más famoso de Europa.
Ya en la playa, las barcas de colores recuerdan la tradición que también Steudtner destaca una y otra vez. "Además de las olas, el pescado es lo mejor que ofrece este lugar", subraya. "El ceviche en la Taverna do 8 ó 80 es una maravilla". Algunos días también se puede ver cómo se seca el pescado en mallas al sol en la playa para después venderlo en el mercado. También llama la atención que hoy en día las mujeres de los pescadores sigan llevando la ropa tradicional. Antiguamente, cuando sus maridos se hacían a la mar, se vestían con siete faldas superpuestas, una para cada día de la semana. Recorren el paseo marítimo y son al mismo tiempo símbolo de la rica tradición que pervive en Nazaré en nuestros días. La pesca ha sido desde siempre la principal fuente de sustento, pero también el foco de peligro que acecha en el Atlántico mar adentro. No en vano, el banco de arena que hay frente a la costa se conoce popularmente por un nombre que intimida al oírlo, "el banco de las viudas".
Pocos conocen ese peligro tan bien como Sebastian Steudtner, pero el miedo no va con él. "Eso sí, hay que hacer los deberes", deja claro. "Los días previos a una ola grande son siempre de mucho estrés. ¿Los jet skis tienen combustible? ¿Se llevan a bordo todos los tornillos necesarios? ¿Han cogido todos el vuelo? ¿Están preparados los médicos de emergencias por si acaso? Pero en cuanto salimos del puerto me siento tranquilo y, cuando suelto la cuerda y surfeo sobre la ola, la sensación es de completa liberación". Una vez se cayó de la tabla y se vio arrastrado bajo el agua por la presión, así que empezó a entrenar la apnea para estar mejor preparado la próxima vez. Ahora ya aguanta la respiración hasta seis minutos bajo el agua. "Eso en reposo", matiza. "Bajo una ola enorme todo depende de cómo sea la situación".
El Gran Cañón bajo el agua
Por la tarde llegamos al puerto pesquero en el extremo sur del paseo marítimo. Hay escuelas de surf que ofrecen cursos y alquilan todo el equipo, en Atlantic Safaris se pueden contratar travesías en barca para avistar delfines y los viejos cúteres se bambolean en sus amarres. Y aquí precisamente está la base de Steudtner, donde se guardan los jet skis y donde se prepara para sus trepidantes aventuras.
Como es habitual en el denominado tow-in surfing, sale del puerto con un jet ski, un conductor y su tabla y se deja arrastrar hasta las olas. El swell es el proceso que se da muchas millas mar adentro en el que se forman olas grandes a partir de muchas pequeñas, y en la mayoría de los casos no se sabe hasta unos días antes. Si los pronósticos son buenos, se prepara el equipo compuesto por unos 17 miembros. Entre ellos hay numerosos asistentes, desde mecánicos hasta el médico de emergencias, pasando por varios conductores de jet ski. El hecho de que las olas adopten estas dimensiones tan espectaculares precisamente en Nazaré se debe a una particularidad geológica oculta a la vista. Justo detrás del faro hay una fosa submarina de unos 230 kilómetros de largo y cinco de profundidad, es decir, la mitad de larga y el doble de profunda que el Gran Cañón.
Cuando se forman tormentas violentas sobre el océano, las masas de agua se topan con el acantilado del desfiladero, casi en ángulo recto, y se arremolinan las olas. Entre octubre y marzo se producen las denominadas "olas monstruo", pero solo se dan unas pocas. Entonces, los surfistas de Big Wave se lanzan a por sus trajes de neopreno para estar bien protegidos en las frías aguas a no más de 15 ºC y se adentran en el Atlántico. «En los días grandes puede haber hasta 15 surfistas a la vez en el agua», explica Steudtner. No hay muchas personas en el mundo capaces de hacer frente a esos monstruos de color gris acero a más de 20 metros de altura, pero Steudtner quiere más.
Se estima que en Nazaré las olas pueden alcanzar los 50 metros de altura. Ni los profesionales lo saben exactamente, ya que hasta ahora, aunque las olas se medían con precisión, era un prolijo proceso manual a base de fotos. De hecho, la confirmación de su récord mundial de 2020 tardó nada menos que dos años, lo que bien podría ser también un récord en sí mismo. "Pero ya estamos empezando a calcular científicamente la altura", afirma. En efecto, en los días grandes, desde hace poco hay un dron de medición diseñado por Porsche Engineering que se eleva sobre el Atlántico y ofrece resultados precisos en 30 minutos. Así, Steudtner sigue buscando la próxima ola de récord. En una ocasión vio una mucho mayor que los 26,21 metros de su récord. "Lo intenté, pero no conseguí entrar".
Por eso, hace unos tres años creó el primer proyecto conjunto en colaboración con Porsche Engineering: Mission Wave Alpha. La idea consiste en que, para dominar olas aún más grandes, debe ir sobre la tabla a más de los 80 km/h que alcanzó al conseguir su récord mundial. Se han aplicado métodos científicos para optimizar el comportamiento de la tabla en el agua —es decir, la hidrodinámica— y la aerodinámica de tabla y surfista. Se ha mejorado el equipo y Steudtner ha perfeccionado su postura. Ahora se podrían alcanzar velocidades de hasta 100 km/h. La nueva tabla se llama «Caçador RS», es decir, "cazador" en portugués. ¿Funcionará? "Solo lo sabremos cuando hayamos encontrado la ola adecuada".
Entretanto, toca esperar por el swell. Para ello, Steudtner se ha establecido en Nazaré. En su residencia de invierno en lo alto de la pendiente tiene todo lo necesario para el entrenamiento y la regeneración y desde allí puede llegar al agua en solo diez minutos. "Nazaré es ya en cierto sentido parte de mi hogar", afirma y dirige la mirada hacia el faro. "He hecho aquí muchos amigos, tengo un gimnasio Muay Thai donde entreno mucho, descubro continuamente nuevas pistas de bici de montaña y disfruto de los muchos buenos restaurantes". Además, naturalmente, está el tiempo que pasa en el agua. Ahí está su verdadero hogar. ¿Alguien como él puede tener sueños fuera de las olas? "Por supuesto", afirma Steudtner con una sonrisa antes de subirse a su Taycan y poner rumbo a las colinas.
CONSEJOS PARA VIAJAR A NAZARÉ
Praia do Norte
En la cara norte de la impactante meseta de Nazaré se extiende la Praia do Norte a lo largo de varios kilómetros. Hay días en que las olas llegan justo hasta el arenal. El tramo está sin vigilar y es muy popular sobre todo entre los surfistas, aunque se considera demasiado peligroso para el baño.
Marina da Nazaré
En el extremo sur de la localidad hay un antiguo puerto pesquero. Los amantes de los deportes acuáticos tienen allí todo lo necesario, desde rutas en barca hasta el alquiler de equipos de surf o jet skis. Además, Steudtner tiene en el puerto un almacén para su material. Con un poco de suerte, allí se puede observar cómo se prepara el plusmarquista mundial para su próxima misión.
Farol da Nazaré
Independientemente de si hay olas grandes o si el mar está en calma, el faro es de obligada visita. Desde allí hay unas vistas espectaculares y dentro todo gira en torno al surf. Hay un pequeño museo con tablas y fotografías. Además, se puede acceder a amplia información sobre las particularidades geológicas del lugar.
Info
Texto publicado por primera vez en la revista Porsche Christophorus 410
Autor: Matthias Kriegel
Fotos: Olaf Heine
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