Una escena en acuarela muestra a un joven rubio que parece asustado. Su piel bronceada adquiere un tono marrón. El paisaje es yermo, con árboles aislados en segundo plano. Verde brillante, mucho rosa, mucho blanco, mucha luz. Nada que pudiera dar miedo, si no fuera por los hombres uniformados dispuestos en fila. En medio del paisaje, el joven mira hacia los cañones de cuatro revólveres. Ich war’s nicht (‘Yo no fui’), reza el título del cuadro. Norbert Bisky lo pintó en 2003.
La obra llegó a Leipzig (Alemania) 18 años más tarde. Aquí, en la ciudad de su infancia, Bisky presenta su primera exposición individual. Y lo hace en la Galería G2, donde antiguamente se asentaba una empresa nacionalizada para el procesamiento de datos de la República Democrática Alemana (RDA). El edificio es una monstruosidad de hormigón ubicada en el centro de la urbe, un cuerpo extraño que parece un servidor sobredimensionado. Está situado frente a la Thomaskirche (iglesia de Santo Tomás) y la antigua sede central de la Stasi, el tristemente célebre servicio secreto de la RDA. Es allí donde se debería haber hecho uso de la información recopilada, pero antes de que se pusieran en marcha los servidores se produjo la caída de la RDA.
En contraste absoluto con todo aquello, el edificio acoge ahora los colores chillones de los cuadros de Bisky. Vemos al pintor sonriendo en la galería, vestido con un abrigo acolchado azul con cuello de piel y zapatillas deportivas con cordones rojos... Lleno de color, como sus cuadros. De hecho, encargó poner uno de sus motivos en las zapatillas. El pintor desarrolló la idea junto con un fabricante de zapatos y su galerista. Próximamente serán puestos en venta 250 pares. ¿Merchandising artístico? Bisky hace un gesto de rechazo: “Es solo una idea bonita y un calzado increíblemente cómodo”. Entonces su mirada se dirige a las salas con paredes blancas de la galería y comienza a mirar sus propias obras.
La exposición Disinfotainment es un viaje autobiográfico, un currículum sobre lienzo. Muestra una evolución artística desde las acuarelas delicadas y sensibles con personajes bellos hasta los monumentales y dramáticos mundos pictóricos del presente. Bisky afirma que a menudo considera sus cuadros como si fueran mensajes en una botella que las personas verán dentro de algunas décadas y podrán comprender lo que se ocultaba en ellas.
La obra Ich war’s nicht (‘Yo no fui’) proviene de la época en la que Bisky estaba asimilando sus vivencias en la RDA. Como él mismo diría más tarde, el Estado le robó su juventud. El padre de Norbert era Lothar Bisky, un famoso político de izquierdas y antiguo rector de la Escuela de Cinematografía de Babelsberg. Su hermano Jens es actualmente escritor y periodista. Bisky cuenta que en la casa de sus padres siempre recibían a los artistas con gran aprecio.
Algunos críticos le reprocharon al inicio de su carrera que enalteciera la dictadura con sus colores brillantes y sus hermosos personajes. Otros le asociaban a Leni Riefenstahl, a quien se relacionaba con la propaganda nazi. Bisky se sentía incomprendido por partida doble: primero en la vida real durante los años de la RDA y, segundo, en la percepción de su obra. Siguió pintando a pesar de todo, puesto que había sido desde siempre un tipo obstinado.
Rebuscó en periódicos y en antiguos libros de texto “que en las escuelas y en otras instituciones se habían botado por miles, pero que anteriormente habían influido sobre la mentalidad de la gente durante décadas”. Miró cosas que ya no le servían a nadie. Desprovistas de su sentido original, salieron a la luz detalles en los que antes nadie se había fijado y mucho menos se había atrevido a cuestionar. “¿Por qué se parecían tanto los uniformes de la policía popular nacional de la RDA a los del ejército?”, preguntó Bisky. La RDA se había limitado a adoptar la ropa de la dictadura anterior y a arreglar los uniformes de los fascistas. Bisky habla de una “perturbadora continuidad estética”.
Pintar, secar y embalar
Para Bisky, sus cuadros son como conocidos lejanos. Una vez que salen de su taller en el barrio berlinés de Friedrichshain, rara vez los ve. Su metabolismo artístico consiste en pintar, secar y embalar. “Entonces paso al cuadro siguiente”. Afirma que para trabajar necesita tiempo y mucho café español. “Me siento ante mis cuadros, doy vueltas alrededor de ellos y espero hasta que me hagan entender lo que quieren de mí”. Siempre pinta varios cuadros simultáneamente. Mientras uno se seca, va mezclando las pinturas para el siguiente.
Cuando acaba un cuadro, ya hace mucho que tiene comprador. Pasan a recogerlo. Norbert Bisky es un artista de éxito. Lo define como “la mayor felicidad que se puede tener en la vida”. El hecho de que la gente pague tanto dinero por su arte no le agobia. Eso tampoco cambiaría su obra. “Nunca está mal comprar arte”, dijo. Piensa lo mismo sobre los patrocinios culturales como el programa de Porsche: “No tengo ningún problema en que se me vincule con empresas responsables desde el punto de vista social, gracias a las que miles de personas tienen un buen trabajo y pueden llevar una buena vida. Pero también hay empresas de las que procuro distanciarme”. Hay algo importante para él, quizá como consecuencia del radical cambio social que vivió: “Nunca quiero estar del lado de los malos”.
En sus creaciones más recientes, Bisky corta en pedazos lienzos pintados y los recompone sobre superficies de espejo. Genera así espacio para un autorretrato del espectador
En su enorme taller, Bisky está metido hasta los tobillos en un mar de trocitos de lienzo de colores. Prueba con collages y pega lienzos creando escenas sobre espejos. Una reacción al narcisismo de la sociedad, a las personas que siempre quieren verse a sí mismas incluso cuando observan la obra de otro. Sus cuadros espejo lo llevan a la máxima expresión, dejando espacio en la obra para que el espectador vea un autorretrato, es decir, una pintura con función de selfi. Las obras son también un intento de redescubrir una y otra vez la pintura. Los cuadros espejo pueden ser vistos hasta el primero de agosto de este año bajo el título Mirror Society en el SCAD Museum of Art de Savannah (Georgia, EE. UU.).
Cuadros en lugar de servidores
En Leipzig nos muestra algunas de esas obras, por ejemplo, Medienzeit (‘Tiempo de medios’). Generan una ruptura con sus pinturas monumentales. Bisky ejerció él mismo de curador de la exposición. En opinión de Anka Ziefer, curadora de la galería G2, hay dos tipos de artistas: “Los que tienen muchas preguntas y buscan ayuda, y los otros, como Norbert Bisky, a los que se les ceden por completo las paredes y escenifican el monólogo entre ellos mismos y sus obras”.
El edificio ofrece una amplia superficie para la exposición. Genera relaciones y vínculos y es un lugar sin memoria, lleno de propósitos. Tiene una planta dedicada al arte, una gran discoteca en el sótano y otra planta con antiguos moldes de yeso. “Me di cuenta rápido de que aquí había que hacer algo”, dijo Bisky.
Con su historia inacabada, el edificio es el mejor escenario posible para un tema que inquieta a Bisky desde la pandemia: la comunicación en un mundo que muchos ya solo viven a través del computador. Los rostros de las personas en sus cuadros están sumergidos en una luz especial como si los iluminara el reflejo de la pantalla de un computador, como en el cuadro titulado Follower (‘Seguidor’). “Atadas a su hogar, las personas revelan la información más personal”, dijo el artista. Hoy en día las personas facilitan sin trabas la información que en el pasado ni siquiera la seguridad del Estado habría podido obtener. Al mismo tiempo, internet traslada a nuestra vida los horrores de todo el mundo. “La tecnología crea espacios digitales no tradicionales”, dijo el Bisky. “¿Quién habría imaginado que podríamos ser testigos de todo en todas partes y, sobre todo, en tiempo real?”. Bisky recuerda que en el verano boreal de 2021 estaba pintando en el Mediterráneo mientras seguía en la pantalla la retirada de las tropas internacionales de Afganistán.
El lugar de su infancia
Su exposición en Leipzig ha sido postergada en numerosas ocasiones. Bisky es hijo de esta ciudad. El pintor nacido en 1970 pasó en ella sus primeros 10 años de vida. Para él, Leipzig es el lugar donde se forjó su carácter prelingüístico y donde por primera vez vio cuadros en el Museo de Bellas Artes. Es parte de su infancia tanto como los parques, los jardines o la arquitectura. Su casa estaba en el Waldstraßenviertel, el mayor barrio de Europa del período de los fundadores. En sus propias palabras “una sobredosis de Jugendstil (Art Nouveau)”. Para él, Leipzig siempre ha sido “la alternativa urbana civilizada” al exceso de Berlín.
Bisky empezó su carrera experimentando con acuarelas. Sus pinturas al óleo posteriores son monumentales y están llenas de colores vibrantes
Su camino en el mundo del arte empezó en 1994 con el profesor Georg Baselitz en la Escuela Superior de Artes de Berlín. El pintor nacido en 1938 alcanzó la fama sobre todo en la década de 1970 con sus expresivas obras figurativas. Baselitz también fue quien impulsó a Bisky a abordar desde el punto de vista artístico su propio origen. ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? Tenía que enfrentarse a estas preguntas. Pero era justo lo que no quería Bisky: “Quería liberarme de mi origen en la RDA”. Accedió por fin a pintar un cuadro sobre ello y ya nunca más se desvincularía de este tema. Bisky encontró sus primeras respuestas en acuarelas, una técnica que en su opinión está injustamente considerada como algo más bien para aficionados. “Puede parecer sencilla y banal a primera vista. Pero todo lo que parece fácil es en realidad difícil. Me gustan este tipo de contradicciones”.
El hecho de que haya elaborado artísticamente su pasado en la RDA a través de acuarelas casi lúdicas se explica por su profunda nostalgia por la ligereza, la libertad, el juego y la alegría. “En mi juventud no tenía nada de eso. Cuando iba a la escuela todo eran actos de propaganda marcados por el miedo y la presión”, recordó Bisky. Por fin, mientras realizaba el servicio militar en el ejército popular nacional en 1990, se abrieron de repente las fronteras. La RDA fue ahuyentada. “Era todo tan absurdo...”, dijo Bisky. Como muchos jóvenes de la RDA, él también se planteó qué quería hacer con su vida. En cualquier caso, ser artista no parecía una opción. Es cierto que la pintura le encantaba ya desde niño. Pero hacerse artista... ¿cómo funcionaba eso? Los profesores de la RDA siempre le habían apartado de esas ideas. Solían decirle: trabaja allí donde te necesita la sociedad. ¡Ahá!, ¿pero eso dónde era?
Bisky considera que el talento está sobrevalorado. Para él, lo decisivo es la voluntad de imponerse
A pesar de todo, en 1993 presentó su candidatura para entrar en la Escuela Superior de Artes. Aprobó los –en sus propias palabras– irrisorios exámenes donde debía demostrar su talento. “Los estudios se dirigen a personas con un talento excepcional”, es una frase que Bisky sigue citando con ironía hoy en día. “Si hay algo que un artista no necesita, es el talento”, afirmó. “Necesita voluntad”.
Sin embargo, lo más importante para Bisky es otra cosa: “Mi material de trabajo son las emociones”. Él las exagera a escala monumental, especialmente en la obra de 2016 Dies Irae (Día de ira). El cuadro, de más de siete metros de longitud, muestra escenas apocalípticas “en colores maravillosos”, dijo Bisky, “como los de las heladerías italianas”. Representa a personas precipitándose por el aire en una caída incesante. La sensación de inestabilidad le inquietaba: “Por todas partes se hablaba de catástrofes, del clima, del medio ambiente... Se había perdido el equilibrio”. Imbuido de esta volubilidad, pintó individuos que se ven arrojados por el tiempo. No hay suelo firme, todo está en movimiento. Y lo mismo se puede decir de la existencia actual de Norbert Bisky: “Siento que aún tengo mucho por delante, que en muchos sentidos sigo estando al principio. Seguiré siendo artista hasta el último día”.
Información
Artículo publicado en la edición número 402 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.