Si en el año 2013 al joven Egan Bernal le hubieran dicho que en su libro del destino estaba escrito que iba a ser campeón del Tour de Francia, y que su auto para disfrutar los paisajes de la sabana bogotana, en cercanías de Zipaquirá, su ciudad natal, iba a ser un Porsche, tal vez habría reaccionado con una sonora carcajada.
Y quizás esa hubiera sido una reacción lógica, ya que en esos momentos se había dejado tentar por la carrera de comunicación social y el ciclismo había pasado a un segundo plano. “Me gustaba mucho el periodismo y de hecho pensé dejar el deporte. Cuando estudiaba estaba muy metido en el cuento y me creía la película”.
Pero fue algo pasajero, un semestre nada más, porque el libro de vida de la estrella del equipo británico Ineos le tenía reservado un capítulo diferente, plagado de éxitos y satisfacciones.
Y quizás esa hubiera sido una reacción lógica, ya que en esos momentos se había dejado tentar por la carrera de comunicación social y el ciclismo había pasado a un segundo plano. “Me gustaba mucho el periodismo y de hecho pensé dejar el deporte. Cuando estudiaba estaba muy metido en el cuento y me creía la película”.
Pero fue algo pasajero, un semestre nada más, porque el libro de vida de la estrella del equipo británico Ineos le tenía reservado un capítulo diferente, plagado de éxitos y satisfacciones.
¿Juegos del destino?
“Una buena pregunta”, responde mientras sostiene con sus manos un pequeño Porsche de Lego, que adorna la sala de su casa en las afueras de Bogotá. “No sé, creo que hay que ayudarle. Por lo menos, a mí la vida me ha llevado por buen camino y he estado en el momento justo y con las personas adecuadas. El destino me ha ayudado, pero también hay que hacer las cosas bien para que las metas se cumplan”.
Y las hizo tan bien que en 2018, cuando tenía 22 años, se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el Tour, acariciando la fama, aunque dice: “Yo la verdad no me siento famoso y he tratado de seguir mi vida de una manera normal; que es montar en bicicleta, entrenar y compartir con mi familia y amigos. Ya gané y disfruté ese momento, pero ahora hay que pensar en la siguiente meta”.
¿Y Porsche?
Sonríe y le brillan los ojos antes de contestar (Egan estableció una alianza con el representante de Porsche en Colombia, Autoelite) . “Era el auto con el que uno soñaba con los amigos. Cuando veíamos pasar un Porsche de verdad era como mirar algo imposible de alcanzar”. Pero como sucedió con el Tour, ese pensamiento también dejó de ser una ilusión y un deseo de adolescente para convertirse en realidad. “Fue algo que salió muy rápido y me gustó bastante porque de una creyeron en mí y por eso dije hagamos lo que sea necesario para llegar a un acuerdo, quiero estar con ellos; no es sólo ‘le presto los carros y ya’, sino algo más personal, como una amistad que se ha creado con la marca y eso es importante para mí. No es ‘tómelo y olvídese de nosotros’, sino hagamos cosas interesantes”.
¿Y los autos?
“Soy tan privilegiado que me pagan por hacer lo que me gusta y cada vez que vengo al país me cambian de auto. Yo los comparo con mi bicicleta, una Pinarello, que está hecha a mi medida. Cuando me monté por primera vez a un Porsche sentí una sensación parecida, de comodidad, tranquilidad y una gran seguridad, algo que es muy importante para mí. Pero es algo gracioso, cuando conduzco un Porsche en Colombia la gente me reconoce y se arman más atascos de los habituales. Claro que lo primero que miran es el auto. Más que la velocidad, me gusta saber que estoy manejando un auto deportivo con clase y sentir que es el que me merezco”.