Pandilla feliz de inadaptados

Los miembros del R Gruppe llevan 20 años entregados a su gran pasión, Porsche. Sin importarles ni el mal tiempo ni lo que opinen los demás.

Prólogo

Ustedes no nos entienden, y es claramente por el clima. Los californianos solo conocemos el sol. No sé quién fue el que constató que en la bahía de San Francisco llueve más que en Londres. Solo hay una pequeña diferencia: aquí el agua cae toda de una sola tacada. ¿El techo de los descapotables? Casi siempre abierto. ¿La previsión del tiempo? Totalmente irrelevante. Ya sabemos que en los próximos meses no va a caer una sola gota. Entonces, de repente, se pone a llover. Como cada invierno, sin previo aviso. Los habitantes del Golden State ponen sus autos a salvo. ¡Solo un loco se atrevería a conducir en semejantes condiciones! Un loco… o uno de los nuestros: uno de los miembros del R Gruppe.

California, 2019, Porsche AG
El R Gruppe se ha convertido en una subcultura.

Primer acto: el socio 001 de por vida

Nadie se lo dijo y ya nadie se lo podrá decir, pero él fue el primero. El número de socio 001 se lo concedieron a título póstumo a Steve McQueen, el tipo duro por antonomasia, el máximo ícono de la virilidad, de la elegancia melancólica… el seductor, la estrella, el piloto de carreras que nunca representó a nadie que no fuera él mismo: implacable, rebelde, obstinado. El R Gruppe californiano ha convertido su estilo en bandera.

Todo lo que encarna Steve McQueen en sus películas –inadaptación, rudeza, rebeldía– conforma el espíritu de este singular grupo de amantes de Porsche. “Para pertenecer a nuestro club hay que ser un inconformista”, dijo Cris Huergas, miembro número 002, cofundador y presidente. Huergas solo mira serio en las fotografías. Si se le pide. En realidad, prefiere tomárselo todo en broma, porque no se toma la vida demasiado en serio, y todavía menos a sí mismo. En 1999, cuando temía más a los apocalípticos que al supuesto fin del mundo, plantó su árbol personal en la carretera, un Porsche 911 S de 1969 – o aquello en lo que lo había convertido: cierres rápidos, una imagen rebajada, más agresiva, todo al estilo de un compañero de carreras clásico que ha vivido a tope. Huergas llevó el automóvil clásico americano de los años cincuenta al presente del mundo Porsche, y su luz irradió desde el norte hasta el sur de California, donde el exdiseñador de Porsche Freeman Thomas (003) tenía una idea muy parecida. Y así es como empezó todo.

Cris Huergas, 2019, Porsche AG
Cris Huergas, miembro número 002, cofundador y presidente.

El primer contacto. Llamadas recíprocas. Pronto la cosa empieza a crecer. Y se les unen cinco acólitos más. Uno de los primeros miembros regulares es Jeff Zwart (011), piloto de carreras y buen amigo de Thomas. Zwart ha participado en rallys y carreras en pista, pero lo que mejor se le da es la montaña. Ha ganado varias veces la legendaria Pikes Peak de Colorado en esa categoría. Prácticamente nadie ha ascendido por el entramado de 156 curvas y 1500 metros de altura más veces y más rápido que él: 20 kilómetros en menos de 10 minutos.

Acaba de nacer el R Gruppe. Eligen expresamente el nombre alemán en lugar del equivalente inglés de ‘group’ en homenaje al Porsche 911 R de 1967. Con el motor del 906 Carrera 6, es el objeto de culto del grupo y el modelo de referencia para las entradas: todos los Porsche hasta 1973. “Recuerda siempre el fin para el que fue construido todo deportivo: conducir con deportividad”, reza su lema. En boca de Huergas suena a mantra.

Hunter Simms, 2019, Porsche AG
Hunter Simms y su 911 de 1968 han pertenecido al R Gruppe desde hace dos años.

El primer encuentro tiene lugar a mediados del año 2000 en un pequeño hotel de Cambria, en California, a medio camino entre San Francisco y Los Ángeles. Los iniciadores esperan unos 30 vehículos como mucho, pero se presentan unos 100 Porsche. Los miembros del club y sus autos no han sido ni serán nunca del montón. Como McQueen con su suéter de cuello alto en el Mustang de Bullitt o como Magnus Walker, diseñador de moda y autor de Urban Outlaw. Solo se admiten 300 socios, ni uno más. No se pretende excluir a nadie, sino preservar la cercanía en el trato. “El R Gruppe no es un club más”, dijo Huergas, “es una comunidad”. Tiene que ser activa. Quien no participa activamente es expulsado. Entonces es sustituido por un nuevo miembro, al que se le asigna el siguiente número.

En realidad, los pioneros del R Gruppe pensaban que la comunidad iría perdiendo atractivo con el tiempo, pero lo cierto es que se ha convertido en una subcultura. Podría ser, fácilmente, 10 veces más potente y precisamente por ello está llamada a sembrar la discordia. Los unos no los soportan porque en los círculos más puristas los consideran pilotos aficionados; los otros los rechazan porque no se atienen a las reglas que supuestamente tienen que regir los clubes de propietarios; y el resto hace aspavientos porque piensan que los autos no son más que réplicas baratas. Huergas se lo toma a risa y hace un gesto despectivo con la mano: “Y qué”.

California, 2019, Porsche AG
Noche de lluvia en la bahía de San Francisco.

Segundo acto: de cómo disfrutar un poco más la vida

El punto de encuentro del R Gruppe se asemeja más a una casa abierta que a un feudo inquebrantable. Llegar hasta allí es EASY, el acrónimo de European Auto Salvage Yard. Este local se encuentra en la pequeña localidad californiana de Emeryville, en la bahía de San Francisco, entre Oakland y Berkeley, en las inmediaciones del Pixar Animation Studios, donde se han creado películas de dibujos animados como Buscando a Nemo o Toy Story. En EASY antiguamente los sueños se topaban de frente con la cruda realidad: una planta de reciclaje especializada en Porsche a los que la suerte había abandonado bajo el sol californiano. Aunque las instalaciones cesaron su actividad en 2017, el lugar sigue siendo un lugar de peregrinaje. Allí los miembros del R Gruppe se reúnen los sábados por la mañana desde hace 20 años y, con ellos, muchos otros fans de Porsche de la zona.

Hoy por la mañana está lloviendo. Quizá por ello hay menos ajetreo que de costumbre. Faltan los normals, como dice Huergas, coleccionistas y otros invitados que, si hace falta, son capaces de limpiar los autos usando copitos de algodón. Pero no los socios del R Gruppe. A éstos no hay lluvia que se les ponga por delante. Van entrando uno tras otro en el patio. Un rugido a lo lejos que se acerca con rapidez, algún acelerón, luces de faros, acceso al recinto. Una vez tras otra. Imposible ver el interior de los deportivos a través de las ventanillas empañadas. En cuanto se bajan de los autos y se unen al resto de compañeros, comienzan los vaciles de costumbre.

Rick Spinali (720) sabe de qué se trata esto. Todos saben que tiene una pierna más corta que otra, y por ello tuvo que soldar un segundo pedal sobre el pedal de embrague. Pero la pregunta del porqué forma parte del ritual de bienvenida. Su Porsche 912, del año 1969, no ganaría ningún concurso de belleza, pero tampoco llegaría precisamente en el último lugar en una carrera de velocidad. Esto no es motivo de broma, sino de reconocimiento.

European Auto Salvage Yard, 2019, Porsche AG
Una planta de reciclaje especializada en Porsche es ahora el lugar de reunión del R Gruppe.

Jeff Saccullo (750) no deja mucho margen para que se rían de él y de su Porsche 356 de 1960. Ya se ríe él mismo, mucho y constantemente. Se refiere a su 356 como su “jabalí verrucoso” por lo “feo que es”. Aun así, lo adora, o mejor dicho, precisamente por eso lo adora. Saccullo suelta burlas a diestro y siniestro, especialmente sobre aquellos que no conducen cuando llueve porque no quieren que se les ensucie el auto: “¿Cuál es el problema de ustedes?”.

En el momento en que más arrecia la lluvia, aparece Steve Hatch (746). Vítores y aplausos. Con él sí que no contaban o, mejor dicho, no contaban con que se atreviera a sacar el auto del garaje. El 911 naranja de 1970 de Hatch parece sacado de un cuento de hadas: es una preciosidad como la que esperarías encontrar en el Concours d’Elegance de Pebble Beach bajo la tenue luz del sol y acariciado por una ligera brisa marina. Y, efectivamente, Hatch ha dudado brevemente si debía salir o no, pero no por el mal tiempo, sino porque no estaba seguro de si los limpiaparabrisas funcionaban, ya que nunca los había usado antes, y el propietario anterior tampoco. Este se limitaba a limpiar el auto una y otra vez, en una ocasión incluso recriminó a Hatch que osara lavar el Porsche con agua. ¡Con agua normal! “Le daría algo si supiera que estoy aquí hoy con este tiempo”. Hatch suelta una carcajada, y el motor del limpiaparabrisas ronronea como un gatito.

California, 2019, Porsche AG
Ser un miembro del R Gruppe significa conducir, sin importar el clima que haya.

Tercer acto: la ley de la carretera

Es hora de conducir un poco, pues esto no es una reunión de recreo. Los 18 Porsche clásicos desafían la lluvia y ruedan por el asfalto de la Claremont Avenue hacia las Berkeley Hills. Pocas cosas en este mundo son más divertidas que un camino despejado repleto de curvas, un motor trasero y un pie experto sobre el acelerador. ¿Eje trasero direccional? En cierto modo, un Porsche lo ha tenido siempre.

Cuando las casi 30 personas que conforman el grupo se detienen frente a un pequeño restaurante para almorzar, hay un detalle que lo dice todo: nadie se ha acordado de reservar. Con estrépito, comienzan a juntar mesas. “El caos forma parte de la idiosincrasia del R Gruppe”, dijo Saccullo sonriendo. “Si quieres que te recuerden, tienes que dejar huella”.

Rick Spinali, 2019, Porsche AG
Rick Spinali es el socio número 720 y es mejor conocido por tener una pierna más corta que la otra y un Porsche 912.

Epílogo

La gente de fuera no nos entiende. Somos el R Gruppe. No tenemos más reglas que las que nos imponemos nosotros mismos. Pero ustedes ahora sí que nos entienden. Somos conductores de Porsche. Ustedes, nosotros, trescientos, tres mil, tres millones… Qué más da, todos nosotros.

Información

Artículo publicado en la edición número 390 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.

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