En 1952 reunió su arte y su talento en Christophorus. En el primer número, el fundador y durante muchos años jefe de redacción de la revista para clientes de Porsche relató su récord mundial de automovilismo conseguido en 1951 con un Porsche 356 SL en la categoría de hasta 1500 cm3, el primero para Porsche y para Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los datos son impactantes: 152,34 km/h de velocidad media en una distancia de 10 987 kilómetros recorrida en 72 horas, incluidas todas las paradas en boxes.
Pero von Frankenberg no solo fascina a los lectores con sus datos, sino que los transporta sin miramientos al puesto de conducción del auto de récord mundial. Con su prosa, cada ‘piano’ del por entonces famoso autódromo de Linas-Montlhéry, en París, deja huella en nuestra propia columna vertebral. Una vuelta tiene 2,54 kilómetros. El circuito ovalado consta de dos rectas y dos curvas inclinadas con perfil cóncavo que permiten superar con creces los 200 km/h.
Curvas empinadas como paredes
El escritor comparaba la presión en el estómago que se siente en esos pasos marcadamente elevados con el momento en que se retoma el control de un vuelo en picado. A su certera descripción de esa náusea se suma el vértigo: “Cuando se entra en la curva inclinada, uno la percibe como una pared. Una vez que se está dentro de ella, parecería que se circula por una carretera normal. Hasta el momento en que la curva inclinada vuelve a dar paso a la recta. Entonces, durante un instante, se pierde la noción de lo que está arriba y lo que está abajo”. Transmitía sus impresiones con un ritmo vertiginoso, como dioramas difuminados. Padecemos con él y lo acompañamos en su ímprobo esfuerzo por mantener la concentración para seguir descifrando las señales y percibiendo a las personas en plena agitación desencadenada por la alta velocidad.
Descubrimos cómo los contornos borrosos de una figura se van condensando con el paso de las vueltas hasta reconocer a un espía sentado en la hierba que oculta sus cronómetros tras un periódico. Por fin, en plena noche, “el piloto que hace el récord es la persona más solitaria del mundo”. Apretamos los ojos mientras von Frankenberg surca la oscuridad con la única ayuda de los cortos conos luminosos de sus faros. Entonces solo tiene como orientación la pequeña caja de luz de la caseta de los cronometradores y los boxes. Se encienden cada 57 segundos... así durante dos horas. Ese es el lapso que debe superar un conductor por cada relevo. Agotados, compartimos el alivio de von Frankenberg cuando por fin recibe desde los boxes la señal de cambio de conductor.
Entonces las cosas se complican: mientras está al volante Hermann Ramelow, tras unos 7000 kilómetros, la correa trapezoidal que acciona la rueda del ventilador se rompe dos veces sucesivamente en un breve lapso de tiempo. No es posible emplear la tercera correa, puesto que el estricto reglamento prohíbe hacer otro cambio. Al final, tras tres días y tres largas noches, fue superado holgadamente el anterior récord mundial de 145,5 km/h de velocidad media. Inspirar. Espirar.
Récord mundial de automovilismo
Fecha: 2 de octubre de 1951
Location: L’autodrome de Linas-Montlhéry, Francia
Longitud del circuito: 2.54 kilómetros
Auto: Porsche 356 SL
Pilotos: Richard von Frankenberg, Walter Glöckler, Fritz Huschke von Hanstein, Petermax Müller y Hermann Ramelow
Información
rtículo publicado en la edición número 403 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.
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