Tras no haber sido realizado ni en 2020 ni 2021 a causa de la pandemia, el Concours d’Elegance de La Jolla, en California, volvió a reunir a un selecto grupo de 125 autos clásicos el fin de semana del 22 al 24 de abril. Ya que volvía a abrir sus puertas tras dos años de ausencia, los candidatos para participar fueron más de lo normal. ‟Sólo haber logrado el cupo para entrar ya de por sí fue una victoria”, dijo Guzmán. ‟Había unos coches impresionantes, sobre todo porque la marca festejada era Bugatti y había unos 40 ejemplares maravillosos”.
El arquitecto, que atesora una importante colección de diferentes modelos Porsche 356, los cuales conserva en México y en el exterior llevó a la Costa Pacífica el que él considera que es su “mayor joya de la colección”. Razón no le falta, pues del 356 Speedster Carrera GT apenas fueron fabricadas 32 unidades.
Estos autos que estaban destinados a las carreras tenían un equipamiento espartano para reducir su peso al máximo. Asientos, puertas, cofre y tapa del motor son de aluminio. La tapa de motor tiene unas tomas de aire enormes para ayudar al flujo de aire a las cuatro gargantas.
En el caso del 356 Speedster Carrera GT de Guzmán ni el chasís ni los guardafangos tienen ningún tipo de insulación. ‟Se ve lámina pura”, dice. ‟Todo está pintado”. Los estribos y toda la parte del frente en el habitáculo no tienen alfombrillas sino un plástico. El auto tampoco tiene molduras laterales y las molduras de las defensas son una tira muy delgada de aluminio que no cuentan con parachoques de hule. Lo que sí trae de fábrica es una barra antivuelco.
Los rines también son especiales, ya que cuentan con centros de acero, pero las camas de estos están fabricadas en aluminio para reducir su peso.
Otra característica de estos autos GT es que cuentan con un tanque de combustible más grande –de 80 litros– para disminuir el número de repostajes durante las carreras de larga distancia. Y para que la recarga de combustible fuera más rápida el 356 Speedster Carrera GT de Guzmán salió de fábrica con la tapa del depósito por fuera del cofre.
En el interior destaca su bien acabado tablero de instrumentos. Como es habitual en los autos de carreras, el tacómetro se encuentra en el centro y, en el caso de este 356 Speedster Carrera GT, la aguja marca en rojo a partir de las 7000 revoluciones por minuto.
Bajo el capó se esconde un motor de 1500 centímetros cúbicos, cuya característica más distintiva es que tiene cuatro árboles de levas y cigüeñal de balineras. El auto entrega 130 caballos de potencia y alcanza una velocidad máxima de 160 millas por hora por hora (unos 257 km/h). Para frenar, el auto tiene cuatro tambores más anchos de lo normal, ya que son de 60 milímetros, 20 milímetros más que los normales. Estos frenos son ventilados para un mayor enfriamiento.
El 356 Speedster Carrera GT que ganó en La Jolla fue producido para un cliente estadounidense muy aficionado al automovilismo deportivo. Con su auto participó en las 12 Horas de Sebring y las 24 Horas de Daytona. También corrió en Lime Rock y en muchas carreras locales tanto en la costa Este de los Estados Unidos como en California.
‟El auto fue retirado de competición en 1965 y tras la muerte de su dueño sus familiares lo dejaron guardado cerca de 50 años”, dijo Guzmán. ‟Luego se lo vendieron a su segundo propietario y en 2017 pasó a mis manos”.
Una vez en su poder, Guzmán encargó un proceso de restauración completo en un taller de San Diego (California). ‟El coche estaba muy sano, sin golpes, sin accidentes y por suerte estuvo siempre bajo techo”, dijo. ‟A pesar de ello, el trabajo tardó cuatro años”.
Una vez listo, Guzmán hizo lo que hace con todos sus autos: ‟Lo empecé a conducir, pues para mí los autos son para eso. No para estar parados”, dijo. ‟Por ser este un auto muy muy especial lo pensaba utilizar sólo para paseos muy especiales y con mi señora, pero a pesar de eso le metí unas 1500 millas”.
Por ese desgaste fue necesario someter al 356 Speedster Carrera GT a tres semas de preparación intensiva para el Concourse d’Elegance de La Jolla. ‟Fue necesario limpiarlo por arriba, por debajo, por todos los lados… Hasta con cepillo de dientes le limpiamos los labrados de las llantas”, dijo Guzmán.
Y para evitar hasta el más mínimo asomo de polvo el auto fue transportado en un remolque cerrado hasta los jardines de la hacienda que perteneciera a la filántropa Ellen Browning Scripps y que hoy administra la Sociedad Histórica de La Jolla. Una vez finalizado el concurso ‟Lo encendí y me fui conduciendo hasta casa con una sonrisa de oreja a oreja”, finalizó Guzmán.