Para muchos aficionados, sacar su preciado clásico los fines de semana de verano es suficientemente satisfactorio. Ben Coombs no es uno de ellos. Conducir diariamente un 944 durante cinco años fue sólo el comienzo de una aventura que le cambió la vida.
Coombs, un ingeniero británico, se compró su 944 Blanco Alpine en 2002. Era un modelo estándar de 2.5 litros Lux con cambio manual de cinco marchas, ya con 217 000 kilómetros. Desde el principio lo utilizó como su único auto, tanto para los desplazamientos cotidianos como para viajes de vacaciones más largos, alrededor del país y por Europa.
“Decidí dar a mi Porsche 944 una gran despedida antes de venderlo" Ben Coombs
En 2007, ya tenía más de 320 000 kilómetros y Coombs decidió comprar algo más adecuado para sus compromisos de trabajo. "Pero tenía tantos recuerdos con ese auto que no quería simplemente vendérselo a un extraño", dijo Coombs. "Así que decidí que debía irse con una gran despedida".
El objetivo que Ben se fijó, junto con su amiga y copiloto Laura Reddin, era llevar el 944 desde Inglaterra hasta Ciudad del Cabo, en el extremo sur de Sudáfrica, un viaje de más de 21 000 kilómetros. Con poco dinero entre los dos, las únicas modificaciones que hicieron al deportivo de 22 años de edad fueron elevar la suspensión 50 milímetros y montar una tienda casera en el techo, hecha con un trozo de madera contrachapada. Al menos, eso era todo lo que habían previsto.
"Diecisiete días antes de que nos fuéramos, la bomba de aceite falló y dañó el motor original", dijo Coombs. "Había comprado un 944 de desguace para llevar repuestos en el viaje, como ejes de transmisión y amortiguadores, así que saqué el motor de ahí y el taller que había levantado la suspensión lo instaló. Funcionó por primera vez a las 10 de la mañana del viernes que debíamos salir y no era perfecto. Pero no podíamos retrasar el viaje por nuestros visados y las travesías del ferry, así que nos pusimos en marcha. No esperaba llegar más allá de Dover".
Sin embargo, la pareja llegó a Francia y decidió seguir adelante a través de Europa. "Tengo una licenciatura en ingeniería, así que conozco los fundamentos,, pero no tenía ni idea de mecánica práctica", dijo. "Sin embargo, me las arreglé para encontrar y arreglar una pequeña entrada de aire que mejoró mucho el funcionamiento. Y eso nos animó para seguir adelante".
Lo que siguió fue un heroico esfuerzo de equipo, tanto en términos de resistencia física como de positividad mental. Una semana de ruta a través de Europa y Turquía les llevó hasta la frontera con Siria, momento en el que la cosa se pondría más seria. Pero el auto funcionaba bien y la pareja decidió continuar, conduciendo a través de Siria y Jordania antes de tomar un ferri a Egipto.
Después de incontables horas de complejo papeleo en el puerto, el 944 finalmente pisó suelo egipcio, ahora luciendo orgullosamente una matrícula de ese país, y se dirigió a El Cairo. "Pasar por delante de las pirámides fue el primer momento en el que realmente sentíamos que estábamos logrando algo. Pero en realidad era sólo el comienzo de nuestro viaje a través de África y aún nos quedaban unos 16 000 kilómetros por recorrer", dijo Ben.
Después de cruzar Egipto, el 944 se enfrentó a su primer gran obstáculo, el desierto de Nubia. Se trataba de 500 kilómetros de caminos sin asfaltar, simples caminos ondulados de tierra a través de las vastas y vacías extensiones del sur de Sudán, con temperaturas que regularmente superaban los 40 grados centígrados. "El Porsche pudo soportar el castigo", djoi Coombs. "Todo lo que perdimos fue el tubo de escape, pero lo atamos al techo y así seguimos".
La ruta transcurrió desde zonas relativamente verdes de Etiopía hasta la frontera con Kenia, donde el auto y los conductores se enfrentaron al mayor desafío del viaje. El trayecto de Moyale a Marzabit bordeaba la agitada y peligrosa frontera entre Kenia y Somalia, una región sin ley con violentas escaramuzas tribales y contrabando.
"Son 500 kilómetros de caminos realmente malos donde no está previsto parar. Por no hablar de las averías", dijo Ben. "Nos incorporamos a un convoy del ejército keniano que nos escoltaba, pero había llovido por primera vez en dos años y las carreteras se habían convertido en una sopa. No podíamos seguir el ritmo de los camiones en estas enormes roderas y, finalmente, quedamos abandonados en medio de esa zona de guerra tribal plagada de bandidos".
Los arreglos temporales fallaban y se hacía de noche. Con una poderosa tormenta eléctrica en el Atlántico Sur, la pareja durmió dentro del 944 hasta el amanecer, antes de tratar de volver a ponerse en camino. Ocho intentos más de hacer que una rótula aguantara finalmente dieron sus frutos y fueron capaces de arrastrarse fuera del desierto a unos 30 km/h. Tardaron ocho horas en encontrar el asfalto y la oportunidad de aumentar su velocidad. No obstante, el 944 seguía a unos 65 km/h y tardó dos días más en recorrer los 1100 kilómetros restantes hasta Ciudad del Cabo.
"Fue un final dramático y el auto llegó a duras penas, pero lo logró unos 62 días después de abandonar el Reino Unido, tras cubrir más de 21 000 kilómetros, haber cruzado 26 países y cinco grandes desiertos", dijo Ben. "Al llegar a la cima de una colina, a unos 80 kilómetros al norte de Ciudad del Cabo, para ver la mancha en el horizonte de la montaña de la Mesa, nos dimos cuenta de que nada iba a detenernos. No creo que haya muchos autos deportivos con los que tendría la confianza de cruzar África, pero la calidad de la ingeniería del 944 nos hizo creer que era posible. Y lo hicimos".