Vista desde fuera, la casa de Steven Harris en Rancho Mirage parece resumir la esencia de sus cinco décadas de notable carrera como arquitecto. Y no sin razón, ya que la construcción de una sola planta, con cubierta plana y ventanas de suelo a techo, es un claro ejemplo de eficiencia y elegancia. Rodeada de un césped que luce impecable, ofrece unas vistas impresionantes de las montañas de San Jacinto, a menudo envueltas en niebla. Bajo la obra maestra arquitectónica de Harris se esconde otra joya del diseño, precisa y atemporal: un garaje subterráneo lleno de modelos Porsche.
De hecho, el nuevo hogar se construyó exclusivamente para satisfacer la pasión coleccionista de Harris. Anteriormente, el famoso arquitecto y su marido, el diseñador de interiores Lucien Rees Roberts, vivían justo enfrente. Sin embargo, cuando la colección de coches creció y ocupó todo el espacio, decidieron hacer una casa nueva con un amplio garaje como elemento central. Hoy en día, alberga unos veinte coches deportivos, desde varios 356 Carrera hasta el último 911 S/T (992).

Steven Harris se crio en el norte de Florida. Su fascinación por Porsche viene de lejos. Con tan solo ocho años su tío compró un 356 y esto le marcó: “Recuerdo perfectamente su olor, el sonido, cada detalle”, relata. “Estaba obsesionado”.
Muchos años después, el padre de Harris se hizo con un 911 S del año 1967 y, para sorpresa de su hijo, se lo dejó para presentarse al examen de conducir. “Más tarde, cuando fui a la universidad, le advertí a mi padre que las bujías se iban a estropear si lo usaba solamente para ir a la oficina, así que le convencí para que me llevara al campus a menudo. Así comenzó mi pasión por Porsche”.
Harris empezó su trayectoria académica estudiando filosofía, luego se pasó a las bellas artes y, finalmente, encontró su vocación en la arquitectura. Apenas dos años después de graduarse se entregó a la docencia. Ahora ya lleva 48 años enseñando, la mayor parte de ellos en la prestigiosa Universidad de Yale.
En paralelo, fundó un estudio de arquitectura que se labró muy rápido una excelente reputación. Debido a su trabajo, tuvo que esperar dos décadas para encontrar el tiempo necesario para volcarse en su pasión por los coches deportivos. Con entusiasmo renovado por los modelos 356 y 911, empezó a adquirir vehículos de forma selectiva, y esto marcó el inicio de una colección que hoy figura entre las más importantes del mundo.
“Primero compré un coche, luego otro y, finalmente, un tercero”, recuerda. “Si profundizas en el 356, pronto te encuentras con los modelos con cuatro árboles de levas, es decir, los que llevan el legendario motor Fuhrmann. Hace unos veinte años empecé a coleccionar específicamente estas variantes y después me centré en el 911. Para mí, el 911 original definitivo es el Carrera RS 2.7 de 1973, así que no podía faltar en mi garaje. Poco después, oí hablar del SC RS y del RS de la generación 964, y así fue como mi pequeña obsesión cobró un impulso definitivo”.
En este momento, la colección de Harris cuenta con más de 50 vehículos, casi todos modelos 356 y 911. Además de clásicos como el 911 Carrera RS 2.7 de 1973 y el 911 Carrera RS (964), tiene también un 911 GT3 RS 4.0 (997) en el color especial Chartreuse, un exclusivo 911 Carrera RS 3.0 en verde claro (solo se fabricaron 52 unidades en 1974 en el proceso de homologación del 911 RSR), un 911 GT2 (993) y las dos generaciones del 911 GT2 RS (997 y 991). Todos ellos tienen algo en común: se han concebido para un propósito claramente definido, sin concesiones. Un principio que también caracteriza la obra arquitectónica de Harris.
“Soy escéptico ante las tendencias de la arquitectura. En mis diseños, la función siempre es lo primero”, asegura. “Lo que me fascina de Porsche es el desarrollo continuo y preciso de los coches a lo largo de décadas, sin detalles superfluos y con el menor número de piezas posible”. La obra de Steven también sigue este principio: cada elemento tiene una función clara, ya sea a nivel estructural o en el diálogo que mantiene con el entorno. “Mis propuestas son siempre sencillas y se reducen a lo esencial”.

El propio garaje de Harris también tiene un carácter práctico, de modo que se puede acceder fácilmente a todos los vehículos para su mantenimiento y dar una vuelta con ellos de vez en cuando. “Cuando diseñé la casa, empecé por el aparcamiento. El espacio presenta finas columnas en los laterales, que dan cabida a dos coches entre una y otra”. El lugar tiene suficiente amplitud para que puedan aparcar dos filas opuestas de coches, ligeramente en diagonal. Para el dueño era especialmente importante que cada vehículo se pudiera mover de forma independiente. “Debía ser un garaje, no un museo”.
Las normas de construcción locales solo permiten tres plazas de aparcamiento en superficie, y Harris utilizó una de ellas para instalar un ascensor que transporta los vehículos al garaje subterráneo. Así, puede elegir en cualquier momento un modelo para dar una vuelta por las montañas de los alrededores. ¿El mayor problema? Decidirse por uno.
“Casi todas las mañanas, antes del amanecer, subo por la sinuosa carretera que va de Palm Desert a Idyllwild, que me recuerda al Paso Stelvio”, relata. “Para la ruta 74, mis GT2 RS son demasiado rápidos, mientras que el 356 A Carrera GT Speedster de 1957 es sencillamente perfecto. Elegir el coche adecuado es una cuestión de equilibrio... y de estado de ánimo”.
Independientemente del modelo que elija, Harris aprovecha cualquier oportunidad para conducir: “Actualmente estoy supervisando cuatro o cinco proyectos de construcción en la costa oeste californiana y me encanta conducir desde Palm Springs hasta las obras, aunque no sea la forma más eficiente de viajar. Normalmente llevo un modelo moderno. No quiero que al final deje una colección en la que los coches tengan solo 27 millas en el odómetro”.
El arquitecto no solo utiliza sus automóviles en el día a día, sino que también traspasa con ellos fronteras geográficas y deportivas. De hecho, participa regularmente en carreras oficiales en Estados Unidos, e incluso disputó el legendario rallye de Pekín a París con un 356. Más tarde, con el mismo coche, completó otra prueba similar de más de 16.000 kilómetros en Sudamérica.
Dado su profundo vínculo con la marca Porsche y su afán coleccionista, a Harris le resulta difícil nombrar un solo modelo favorito. “Me encanta el Carrera RS 2.7, posee un equilibrio magnífico”, afirma. “No es el más rápido ni el más extremo, pero transmite un auténtico placer”. También aprecia mucho el 911 Carrera RS (964): “Para mí, es el paradigma de lo analógico. Sin dirección asistida, muy ligero, visualmente discreto... hasta que uno se da cuenta de que es más bajo y lleva llantas de magnesio. Tengo cuatro unidades”. Sin embargo, Harris no se considera un propietario en el sentido clásico: “No son estrictamente mis coches, solo los guardo para sus próximos dueños”.
Esta actitud se refleja también en la historia de la construcción de su casa. “No es una casa con garaje”, afirma Steven Harris con una sonrisa, “sino al revés: primero hice el garaje y luego todo lo demás”.
Información
Artículo publicado en el número 416 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.
Texto: Matt Master
Fotos: Scott Frances y James Lipman
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