Los Campos Elíseos y el Palacio Presidencial no están lejos, paseamos por el París más elegante, très chic incluso. Se escucha un murmullo de aprobación por detrás. A mano izquierda, a la altura de la llave del contacto, aparece un escaparate enmarcado en el color de nuestro coche. Ocho letras doradas indican la casa de moda Givenchy.

Porsche 911 Turbo 3.3 (930), Paris, 2024, Porsche AG

Hubert de Givenchy fue el coinventor del clásico "pequeño vestido negro". Es cierto que eso fue más de una década antes que el primer Turbo, pero uno nunca lo diría al verlo. Un clásico, con prestancia, intemporal, apasionante. No le sobra nada ni le falta nada. Por mucho que los tiempos se vayan sucediendo a ritmo de vértigo, siempre ha sido y será una buena elección para casi cualquier ocasión. Un momento, ¿seguimos hablando de moda o ya hemos pasado al coche? En cualquier caso, todo gira en torno a un atractivo permanente, a un estilo icónico.

París es un lugar de energía para el Turbo

Hace medio siglo, se dio a conocer en la Puerta de Versalles el 911 Turbo. El mundo acababa de atravesar la crisis del petróleo. En Alemania se había prohibido conducir los domingos. Y esto aún se respiraba en el ambiente del salón. Para presentar justo en ese momento un deportivo tan rápido y potente hacía falta mucha confianza. Incluso en la propia Alemania, que acababa de ganar el Mundial de fútbol, muchos albergaban dudas. No obstante, en el comunicado de prensa de Porsche de entonces, se exhibe el orgullo por el Turbo: "a pesar de sus extraordinarias prestaciones, el nuevo Porsche prescinde de todos los atributos negativos asociados normalmente a los deportivos extremos. Su configuración no es tosca ni espartana, su funcionamiento no es frágil". Aquel octubre de hace 50 años, la tecnología de la competición llegó al segmento de lujo. En una categoría propia, el 911 Turbo reclamó un estatus especial desde el principio. Algunos lo llaman autoridad, pero lo que sin duda siempre ha existido es un enorme respeto.

El Turbo rebosa coherencia y energía. Un dinamismo inmenso que tiene mucho que ver con la audacia empresarial que hay detrás. Porque no basta con dotar de prestaciones a un producto excepcional. También hace falta actitud. Con su fuerte carácter, el Turbo encarna el principio de Porsche. En ocasiones es el sinónimo de la marca.

Turbo se ha convertido en una filosofía de vida

En la ciudad olímpica de 1924 y 2024 viene a la mente el Barón Pierre de Coubertin. Al establecer los Juegos Olímpicos modernos, el parisino defendió la competición internacional bajo un lema que se aplica a todos por igual: más rápido, más alto, más fuerte. Muchos desbordan energía, pero en los Juegos Olímpicos se trata de llevarla al máximo en el momento justo. Qué idea tan atractiva que el Turbo recorra el Stade de France.

Turbo se ha convertido en una filosofía de vida: darlo todo, demostrar lo que es posible. El término ha entrado en el lenguaje común y representa un punto de referencia. En Alemania existe el "Turbo-Abitur" o título de bachillerato por la vía rápida. Las guías de autoayuda explican cómo turboalimentar tu negocio, tu productividad, tu autoconocimiento, etcétera. Incluso la última versión de la aplicación de inteligencia artificial ChatGPT lleva el afijo "Turbo". Es una palabra poderosa.

Porsche 911 Turbo 3.3 (930), Paris, 2024, Porsche AG
Una cita con el Turbo, compañero intemporal.

Un Turbo desafía incluso el viejo dicho de que no se puede vivir solo de amor y aire fresco. Oh, sí que se puede. ¿Y dónde, si no aquí? Detrás de nosotros, los gases de escape del motor impulsan una turbina unida a un compresor que introduce aire en los cilindros. En la ciudad del amor, con sus 37 puentes sobre el Sena, todo parece estar románticamente conectado. Disfrutar al máximo es una cuestión de actitud, de florecimiento de una capacidad de reacción propia y personal.

Un coche que le dejará sin aliento

El regreso a París es una especie de historia de amor a toda velocidad, en este caso con un coche que puede dejarlo a uno sin aliento. Las grandes entradas de aire le proporcionan su elixir vital, el oxígeno. La parte trasera parece que da alas independientemente de la perspectiva desde donde se mire. Hasta los inicios de la escuela de conducción deportiva de Porsche se remontan al Turbo, ya que este primer 911 tan enérgico de serie les resulta a muchos difícil de domar. El retraso de respuesta, ese engañoso silencio antes de que el volcán entre en erupción, es actualmente un mero recuerdo lejano, pero todo el que le cogió el truco ya nunca quiso renunciar a él. Todo es cuestión de dominio. Sin embargo, aún después de generaciones y generaciones de Turbo, un probador afirmó: "A sus adeptos les encantará comprobar que sigue siendo un animal".

Ernest Hemingway escribió que París es un festín para la vida. Las calles de Montparnasse le enseñaron al Nobel estadounidense que "el mundo está tan lleno de tantas cosas pequeñas que estoy seguro de que todos deberíamos sentirnos felices como reyes". No llegó a conocer a nuestro rey de los deportivos, pero a buen seguro le habría encantado.

Porsche 911 Turbo 3.3 (930), Paris, 2024, Porsche AG

Tras un repaso por la literatura y la ciudad, llegamos al siguiente encuentro histórico con el Turbo: Francia es también la patria de la turbina, inventada hace unos 200 años por el ingeniero Claude Burdin, en su momento aún como rueda hidráulica. "Turbo", que en latín significa "remolino", o su genitivo "turbinis" sirvieron de inspiración para denominar a la máquina de flujo, un descubrimiento que sigue arremolinando hoy en día las sensaciones de los entusiastas del Turbo.

¿Hay algún otro coche deportivo en el que frenar depare una satisfacción similar a la de acelerar? Es una elegancia continuada con un efecto brutal. En el caso del Turbo, lo importante nunca es presumir, sino más bien una sana rebeldía al frenar. Unas propiedades magníficas para todos los que saben afrontar bien la presión sin caer en el estrés. Tranquiliza conocer bien las posibilidades. Efecto, habilidad, capacidad... el espíritu grandioso del Turbo tiene mucho que ver con la prestancia. Con el fino silbido que hace el sobrealimentador al entrar en funcionamiento, parece trasladarse al volante. El Turbo se graba rápido en el oído y desde allí hace vibrar el alma. Incluso Herbert von Karajan, entusiasta director también del volante de su 911 Turbo, reconocía una orquesta en la interacción entre vehículo, ser humano y motor. Armonía en prestissimo. Un sonido con color pleno.

Porsche 911 Turbo 3.3 (930), Paris, 2024, Porsche AG
En la moderna avenida de los Campos Elíseos se aprecia que el 911 Turbo no ha perdido nada de su atractivo original.

Un Turbo no necesita una meta determinada. De hecho, supone el permanente inicio de un viaje, y no solo desde el punto de vista técnico. Cada generación es consecuencia del progreso y despierta la misma fascinación que envolvió en su día a la presentación en el Salón de París de 1974. No es de extrañar que acelere los pensamientos. El ritmo vertiginoso del día nos hace salir de la ciudad rumbo al regio y delicioso Palacio de Versalles, pero esto no es una despedida. Registramos una última frase de Hemingway en el libro de ruta del Turbo: "Si has tenido la fortuna de estar en París siendo joven, entonces te llevarás contigo la ciudad para el resto de tu vida dondequiera que vayas".

Información

Artículo publicado en el número 411 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.

Texto: Elmar Brümmer
Fotos: Vince Perraud

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