No tuvo más remedio que dedicarse a la estética de los objetos. Sus familiares son pintores de iglesias, artistas y creativos de todo tipo. Marc Clormann creció con amor por el diseño y las interpretaciones artísticas. Este hombre de 52 años se ganaba un dinero con la pintura ya desde que iba al colegio. "Por aquel entonces, la aerografía estaba de moda y tenía mucha repercusión. Diseñé con aerosol capós, depósitos de motos y cubiertas para vehículos todoterreno", cuenta Clormann.
Poco después, decoró una autocaravana con motivos navideños. A la izquierda un ala delta en el cielo, a la derecha un camello en el desierto y, en la parte trasera, un surfista. "Siempre me ha gustado poner en juego el color". Estamos hablando de los años 80, una época en la que aún no se plasmaban varios colores en los vehículos. Más tarde estudió comunicación y diseño industrial, trabajó como diseñador independiente y acabó abriendo su propia agencia.
Porsche en encuentros, viajes o sesiones fotográficas
Trabaja con envases y diseños corporativos inusuales, desarrolla soluciones que animan a la gente a comprar y contribuye a la creación de marcas. Sencillamente, su obra confiere carisma. Vive con sus dos hijos en una granja centenaria en Penzing, cerca de Landsberg am Lech, en la Alta Baviera. "Me encanta la vida en el campo, el automovilismo histórico y los Porsche refrigerados por aire", comenta. Su comunidad en las redes sociales le conoce, apropiadamente, como @911.landluft, donde muestra a sus seguidores reuniones de Porsche, viajes por carretera y sesiones fotográficas al amanecer.
Hace unos años, Clormann empezó a comprar viejos capós de Porsche para hacer con ellos un viaje artístico hacia décadas pasadas. Colecciona monos de competición antiguos y chaquetas con emblemas reales, como él dice. Esa es su reivindicación de la historia.
"No tengo que colgar un motor para acordarme de una carrera que vi hace años. Pero comprimir las emociones de aquella época en un capó es apasionante", resume Clormann. Intenta encontrar una historia detrás de las abolladuras, el óxido y otros supuestos desperfectos que traen consigo los capós usados. "El metal es mi lienzo sobre el que recreo diseños históricos de carreras. Primero, los interpreto artísticamente", explica.
"Me gusta mucho la pátina" Marc Clormann
El procedimiento es el siguiente: limpiar, lijar, imprimar y crear una base perfecta. A continuación, esboza el diseño previsto en el capó, pega con precisión los contornos y empieza a pintar con pintura acrílica, pinceles y, sobre todo, artesanía y precisión. La pintura acrílica se adhiere muy bien al metal si se prepara correctamente. También se seca rápido y permite mezclar diferentes colores para conseguir el tono adecuado. "Puedo tardar hasta 30 horas en terminar un capó. Me gusta mucho la pátina. Me fascinan más los vehículos antiguos con imperfecciones e historia visible que aquellos que lucen brillantes en sus garajes", revela Clormann. Al fin y al cabo, no es un coleccionista, sino un creativo al que le gusta diseñar y cambiar las cosas. "Soy diseñador, conduzco un Porsche porque me encanta su estética básica, pero también me gusta optimizarlo".
Dependiendo de los deseos del cliente y del grado de óxido, lija y simula la pátina en mayor o menor medida. Algunos incluso piden el acabado final con pan de oro de 24 quilates. Por último, realza sus coloridos trabajos con líneas sobre el capó, emblemas y letras, para lo que también le gusta utilizar piezas antiguas.
Fascinado por la llamada época dorada del automovilismo, con sus capós Clormann quiere devolver un toque de la competición al mundo actual . En garajes, salones u oficinas, para soñar y viajar en el tiempo. "Cuando pinto, me gusta rememorar la sensación de cuando las carreras eran grandes. La época en la que los espectadores estaban a medio metro de la pista. Eso es inimaginable en el automovilismo actual". A pesar de los peligros, de los que es consciente, le fascina lo mucho que se permitía entonces.
La edad de oro del automovilismo
"Me gustaría transmitir a mis clientes esas emociones que siento al pintar", dice Clormann sobre sus decoraciones murales. El automovilismo ha pasado por muchas etapas en las últimas décadas. La época dorada alcanzó su apogeo en los años sesenta y setenta. Se caracterizó por sus enormes logros, tecnologías pioneras y carreras legendarias con una intensa rivalidad. Los pilotos e ingenieros de esos años siempre buscaban nuevas formas de superar los límites.
A Clormann le gusta ver vídeos antiguos de carreras y se inspira en ellos durante el proceso de diseño. También lo hace en sus propios 911, por ejemplo un serie G en color bronce claro metalizado creado bajo pedido en 1984. "Porsche estableció una referencia con el 911; su silueta y su imagen son legendarias. Un diseño icónico tiene un efecto increíblemente poderoso", afirma. Ojea capós usados, apoyados contra una pared de ladrillo en el estudio. Allí, en medio de un viejo granero, también ha instalado un salón como punto de encuentro para los aficionados a los motores bóxer refrigerados por aire.
Trabajo en equipo, ambición y búsqueda de la perfección
En silencio, su mirada se detiene en el diseño de Gulf Racing. El fondo azul claro con rayas azules y naranjas recuerda a uno de los coches de carreras más famosos de todos los tiempos: el Porsche 917. Clormann saca un capó con el ciervo de Jägermeister y elogia su legendaria pintura. El histrico Porsche 911 RSR naranja de 1974 es una leyenda. Como muchos diseños de la época, la decoración de Jägermeister simboliza el valor del piloto, la innovación del fabricante, el trabajo en equipo, la ambición y la búsqueda de la perfección. "El 911 ‘Grello’ de Manthey-Racing, con su combinación de colores amarillo brillante y verde, también se convertirá en un icono de este tipo, estoy seguro de ello", predice Clormann.
Cuando el tiempo lo permite, le gusta pintar al aire libre, en plena naturaleza, con un pequeño arroyo a sus espaldas, en el que este aficionado a los deportes náuticos con predilección por los barcos históricos y el surf disfruta remando de pie con sus hijos. Su Porsche está aparcado al lado, suena música y puede que su gato Wuschel esté paseando por el patio. "Después de tres décadas como diseñador principalmente digital, cada vez busco más un equilibrio analógico en mi tiempo libre. Ya no quiero sentarme delante de una pantalla doce horas al día". Tras la inesperada muerte de su esposa Ulrike, la pasada primavera, saca fuerzas del proceso creativo, del viaje en el tiempo que conlleva y de la paz que consigue lejos de una pantalla. Con todas las historias silenciosas y ruidosas que se esconden tras sus lienzos. Historias de victorias y derrotas, de duros duelos y grandes rivalidades, de amistades e iconos.
Información
Artículo publicado en el número 29 de la revista Porsche Klassik.
Texto: Christina Rahmes
Fotos: Markus Bolsinger
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