A principios de la década de 1950, por las calles de Estocolmo había una curiosa mezcla de automóviles. Los Volvo y Saab de la época se codeaban con los primeros Volkswagen y con algunos modelos americanos de preguerra que, entonces, eran habituales entre los conductores suecos de mayor poder adquisitivo. Lo que no resultaba nada habitual ver, más allá de en una pequeña sala de exposición de Lindhagensplan, era un Porsche.

Sin embargo, la situación estaba a punto de cambiar gracias a un joven con un don para hacer amigos y con auténtica pasión por los coches deportivos. Per Anders Ygberg había dejado recientemente el ejército y, sin ninguna formación profesional, estaba buscando trabajo. A mediados del siglo pasado, Suecia era una tierra de oportunidades. La neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial había permitido al país conservar su riqueza y situarse por delante de la curva industrial. Por supuesto, Ygberg estaba dispuesto a sacarle partido a la situación. Fue entonces cuando solicitó un puesto de trabajo como vendedor en un concesionario de Volkswagen. Tras conseguir el empleo, en 1954 empezó a comercializar tanto el pequeño y económico Beetle como su desconocido primo deportivo, el Porsche 356.

“Yo no tenía ninguna experiencia”, recuerda hoy Ygberg entre risas. “Había estado en el ejército como recluta hasta entonces y nunca había tenido trabajo. Pero logré hacerme con una de las tres posiciones que Volkswagen ofrecía para comercializar sus coches en Estocolmo. En mi primer año vendí 250 Volkswagen y 25 Porsche. Al principio había pocos interesados en este peculiar coche con el motor en el lugar erróneo, pero después de la guerra Suecia tenía dinero, por lo que era natural que Porsche se implantara en este mercado. Aproximadamente la mitad de los primeros 50 Porsche 356 fabricados se vendieron en Suecia”.

Per Anders Ygberg, Estocolmo, Suecia, 2023, Porsche AG
Karin Ygberg aparece en la portada de un libro sobre el Porsche 356. La esposa de Per Anders Ygberg trabajó en la aerolínea escandinava SAS, donde durante dos años tuvo la oportunidad de conducir algunos vehículos Porsche.

Ygberg recorrió un camino en solitario durante varios años, vendiendo este vehículo exótico y de nicho a un pequeño puñado de entusiastas, muchos de los cuales se convertirían en buenos amigos de aquel tranquilo joven de 25 años. Un cliente compró a lo largo de los años hasta 20 modelos diferentes de 356 y 911, todos ellos a su cada vez más conocido proveedor de confianza en Estocolmo.

“La mayoría de la gente no entendía el 356 porque era un concepto totalmente nuevo”, explica Ygberg. “Todo lo demás era cuadrado, como una caja, pero Porsche había diseñado un automóvil con estas atractivas líneas que llegaban al corazón de la gente. Y a los clientes de Porsche no les interesaba el lujo ni el prestigio, solo querían disfrutar de la conducción”.

El único embajador de Porsche en Suecia

Ygberg conoció a gente muy diversa, desde arquitectos e ingenieros hasta artistas y músicos. Uno de sus primeros clientes fue el Director de la Ópera Real de Suecia. Y a medida que Porsche se hacía un nombre entre la alta sociedad del país, comenzó a atraer la atención de la familia real. Fue a partir de entonces cuando Ygberg acudía de vez en cuando a entregar vehículos de demostración al heredero al trono, el príncipe Bertil.

“A veces me pedían que fuera al castillo con un nuevo modelo para probar”, dice. “El príncipe y sus amigos eran entusiastas de Porsche. Él siempre quería ser el primero en enterarse de la llegada de nuevos modelos y era mi trabajo brindarle ese conocimiento. Pero cuando salíamos a conducirlos, era como cualquier otro cliente de la marca. No había diferencia alguna”.

Porsche 911, 1969, Estocolmo, Suecia, Porsche AG
De izquierda a derecha: Per Anders Ygberg, Jan von Oelreich (Director General de Volkswagen Suecia cuando era importador de Porsche), el príncipe Bertil de Suecia y un asistente real.

Sin embargo, la relación más importante de Ygberg fue, con diferencia, la que tendría con su esposa. “Nos conocimos cuando ella tenía 12 años y yo 14”, en el hospital en el que mi padre trabajaba como médico. Nos hicimos muy amigos en apenas dos horas”.

Porsche 356 Cabriolet, Suecia, Porsche AG
Karin, la difunta esposa de Per Anders Ygberg, aparece en material promocional con su querido Porsche 356.

Su vínculo se rompería temporalmente cuando a Karin le ofrecieron una beca para estudiar en Estados Unidos. Posteriormente regresó a Europa para trabajar en Radio Ginebra y en la aerolínea escandinava SAS, donde durante dos años condujo algunos Porsche como vehículos de empresa e incluso apareció en material promocional con su querido 356.

“Era una persona extraordinaria”, dice Ygberg. “Estuvo a punto de casarse con un primo de la Reina de Inglaterra, pero se dio cuenta de que no soportaría ese tipo de vida, así que regresó a Suecia y se interesó por mí. Nuestros amigos en común le comentaron que yo trabajaba en un concesionario de Porsche y sus ojos se iluminaron. Les dijo que me contactaran inmediatamente. Acudí a la cita y bastaron unos segundos para saber que estaríamos juntos para siempre. Estuvimos casados durante 68 años”.

Las amistades son lo primero

Al mirar la foto de Karin y su 356, no puede evitar ponerse nostálgico. “El coche es mío... y la chica también”, bromea. “No termino de creer la suerte que tuve. Sigo pensando que el primo de la Reina tenía ventaja sobre un vendedor de Porsche”.

La visión de Ygberg sobre la idea de vender un Porsche es interesante: las amistades son lo primero y la compra se sitúa en un distante segundo lugar. “Simplemente esperé a escucharlos decir que sí”, dice, “y a veces fueron necesarios algunos años, pero finalmente a todos les picó el gusanillo. Me hace pensar en la canción Hotel California de The Eagles, que dice en sus últimos versos: ‘Puedes irte cuando quieras, pero nunca podrás olvidarlo’. Con Porsche ocurre lo mismo”.

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