Confía en tus instintos. Esta frase de supervivencia la repite con insistencia Tom Cruise en Top Gun: Maverick a un joven piloto por el que alberga sentimientos paternales y que, solo con la máxima confianza en sí mismo, podrá superar una misión de alto riesgo en la que no hay ni un segundo para reflexionar. Cruise, que en la vida real también es un excepcional piloto, representa en la película el papel de instructor.
Pero más allá de eso, también ha formado él mismo a los actores durante el rodaje. Junto con los pilotos del Ejército, les ha enseñado a resistir fuerzas de más de 7 g en aviones F/A-18 y también a representar sus papeles en la ficción. “El esfuerzo fue enorme”, afirma Joseph “Joe” Kosinski. “Cuando hay que representar ante el público estas fuerzas y velocidades, las imágenes deben ser totalmente reales”.
El director de 48 años tiene claro que lo que aparece en la gran pantalla tiene que ser puramente auténtico. Y esto es algo que ha querido mostrar también en su nueva película sobre Fórmula 1. “La velocidad siempre ha sido lo mío”, añade Kosinski, mientras nos sentamos en la sala de cine que tiene en su casa, donde a veces recibe a Tom Cruise y, desde hace poco, también a Brad Pitt, quien protagoniza la película sobre automovilismo que se estrenará en 2023. La casa es una joya arquitectónica y el director un interlocutor tranquilo y sosegado. Sin embargo, quedarse sentado no entra dentro de sus planes. “Siempre estoy en movimiento, no valgo para tomarme vacaciones”.
Cuando era joven quería construir coches de carreras. Soñaba con ello desde niño, mientras contemplaba el póster de un Porsche 959 que tenía en su habitación. Fue ese el motivo por el que estudió Ingeniería Mecánica y Tecnología Aeroespacial en la Universidad de Stanford, en California. Llegó a licenciarse, pero rápidamente un profesor detectó la intuición especial de Kosinski para el diseño y lo reorientó hacia la arquitectura. Estudió durante tres años esta carrera en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y desde aquí empezó a viajar por todo el mundo.
"La velocidad siempre ha sido lo mío" Joe Kosinski
En esta época de su vida admiró la obra de Antonio Gaudí en España, el futurismo de la torre Einstein de Erich Mendelsohn en Potsdam (Alemania) y el legado arquitectónico de Frank Lloyd Wright en su país natal (EE. UU.). En paralelo, amplió su formación con estudios musicales. Era algo que llevaba en la sangre: “Mi abuelo era trompetista de jazz y mi madre concertista de piano”. Con solo tres años ya se sentaba al piano y a los diez hacía sus pinitos con el saxofón. Como su abuelo, Kosinski también tocó en una banda de jazz clásico. “Pero fui lo bastante inteligente como para darme cuenta de que no tenía talento suficiente para ser profesional”. No obstante, sus conocimientos musicales le ayudan ahora en sus colaboraciones con los mejores compositores cinematográficos del mundo, como por ejemplo con Hans Zimmer en la canción Hold my Hand, que interprera Lady Gaga para Top Gun: Maverick. La banda sonora del dúo francés Daft Punk para el debut cinematográfico de Kosinski en 2010, Tron: Legacy, ganó un Grammy. “El efecto emocional de la música puede ser muy poderoso”, subraya el cineasta, quien asegura que “puede llegar a ser tan importante como las imágenes”.
El origen de su obra cinematográfica se encuentra en Nueva York. Mientras estudiaba arquitectura, Kosinski comenzó a producir sus primeros cortometrajes. Ejemplo de ello es Desert House, de apenas dos minutos de duración, que convenció a un experto en marketing de Nike. Poco tiempo después, Kosinski rodaría el primero de sus muchos anuncios publicitarios llenos de acción. Dos de sus éxitos cinematográficos son secuelas. La película de ciencia ficción Tron: Legacy y, por supuesto, Top Gun: Maverick. ¿También su película sobre la Fórmula 1 se basa en alguna otra ya conocida? “Si hablamos de inspiración, sin duda”, afirma. Para él, el documental de 2010 sobre Ayrton Senna es la mejor obra sobre automovilismo que se ha rodado en la historia. “Eso se debe a su veracidad. Nunca se había visto tan claro lo que significa conducir en carreras de Fórmula 1”. También considera la película Grand Prix de 1966 como un hito cinematográfico.
“La acción, incluida la historia de amor, es ficción, pero John Frankenheimer grabó en carreras reales con pilotos reales”. Kosinski comenta con admiración la labor pionera del director estadounidense. “Diseñó una cámara que se podía montar en los coches de carreras e incluso girarse. Para mí, sigue siendo uno de los logros más vanguardistas de la historia del cine. Pero lo cierto es que hoy podemos ir incluso más allá en el ámbito técnico”.
La velocidad es una constante en sus películas, pero también lo es el entusiasmo infantil por los coches y su pasión por Porsche, que encuentran cada vez más espacio en su obra. “El ADN de Porsche es como una película en la que se reconoce de inmediato quién la ha dirigido”. Con 33 años se compró el primer modelo de la marca, un Cayman S. “¡Era un coche con un equilibrio fantástico por su motor central! Pero cuando nació nuestro primer hijo me compré un 911 Carrera S de la generación 997”. Le siguieron otros 911. “El más llamativo era un 911 Turbo (991)”, relata. “Estuve mucho tiempo configurándolo y tuve que esperar medio año a que me lo entregaran”. Eso fue en 2017. Pero la alegría le duraría poco más de un año. “Un aparcacoches se dedicó a hacer carreras con él y terminó chocando de frente”. Como película, habría sido probablemente una comedia. En la realidad, la pérdida resultó muy dolorosa.
Ahora, Joe Kosinski y su mujer Kristin ya tienen dos hijos, de doce y ocho años, y una hija de dos. Viajan todos juntos en un Cayenne GTS Coupé. En su casa, al lado del SUV hay aparcado un 911 Carrera Coupé (993) del año 1996. “Es compacto y ligero, adoro el sonido del motor refrigerado por aire y soy capaz de realizarle yo mismo el mantenimiento”. Le encanta conducir su clásico en la sinuosa Tuna Canyon Road, una carretera de un solo carril que hay en California. “Y en la Mulholland Highway de Malibú disfruto mucho con el aplomo del Cayenne”. Cada pocos meses, Kosinski acude al Porsche Experience Center para disfrutar al volante de su coche y, en este momento, espera con impaciencia el 911 GT3 con pack Touring que tiene encargado.
No obstante, las pulsaciones aumentan todavía más cuando accede al estrecho puesto de conducción de un monoplaza, mientras prepara su próxima película. “Quiero comprender la perspectiva del conductor ante el vértice de una curva”. Por su parte, Brad Pitt ya conduce un Fórmula 2. “También esta película debe ser auténtica”, señala Kosinski, quien ha incorporado al heptacampeón Lewis Hamilton en calidad de asesor y productor. “Y trabajamos mano a mano con la dirección de la Fórmula 1, igual que lo hicimos con la Marina de EE. UU. en Top Gun: Maverick”. Kosinski desarrolla algunas claves de la trama: “La historia trata de personajes disruptivos”. Brad Pitt encarna a un expiloto, una estrella emergente en la década de 1990 a quien se le niega el éxito definitivo. Décadas después, regresa como responsable de una escudería de poca monta. La dirección técnica del equipo es femenina.
Para el director, la presencia de mujeres representando papeles importantes es algo fundamental. Además de la piloto Phoenix de Top Gun, que hizo convivir siempre con mujeres piloto reales de la Marina, también creó para la película el personaje de Penny Benjamin. “Una mujer de negocios independiente y experta marinera, que mira de igual a igual a Maverick”. En el final con aire romántico de la película, Penny conduce su 911 S del año 1973. El deportivo es un homenaje al 356 Speedster de la película original de Top Gun: “La escena con Jennifer Connelly y Cruise tenía que convertirse en un momento emblemático”, explica Kosinski. “En ella quería mostrar a toda costa uno de los Porsches más bonitos jamás construidos”. Las imágenes son la firma personal de Kosinski. Naturalmente, el hecho de que el coche y él sean del mismo año no es coincidencia. Los personajes que crea son coherentes y fascinantes, pero, afortunadamente, se alejan de los superhéroes tradicionales. Ese es el objetivo también en la película sobre la Fórmula 1. “Hablamos sobre las relaciones únicas entre la técnica, el talento de conducción y el negocio. Queremos trasladar esto al público, junto con la idea de máxima velocidad”.
La trayectoria personal de Kosinski le viene como anillo al dedo. Tiene experiencia en Ingeniería Mecánica, conocimientos musicales y una gran pasión por los coches y la velocidad. “Tengo la gran suerte de no haberme convertido en director estudiando en una escuela de cine”, asegura, antes de echar un discreto vistazo a su reloj: lleva el Chronograph I negro de Porsche Design, igual que Maverick en la película, quien debe tomar decisiones cruciales en cuestión de minutos y superar con total precisión situaciones de máximo estrés. Lo consigue confiando en sus instintos.
Información
Artículo publicado en el número 406 de Christophorus, la revista para clientes de Porsche.
Texto: Heike Hientzsch
Fotos: Linhbergh Nguyen
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