“La ciudad casi me destruye”, recuerda Magnus Walker, mirando a través de los tejados de su ciudad natal. “Pero también me hizo fuerte. Si no hubiera sido por Sheffield, probablemente me hubiera hundido sin rumbo cuando vine a América”, resalta este marginado urbano. Magnus Walker tuvo unos comienzos duros en esta ciudad del norte de Inglaterra, que antaño fue bastión de la industria del acero. Después de días turbulentos en el colegio y de varias actuaciones como músico, trabajó durante un tiempo breve como yesero, pero con sólo 19 años estaba completamente desilusionado. Dio la espalda para siempre a la ciudad y al Sur de Yorkshire.
Aunque Walker no tenía un plan, sí había un destino en su mente: América. Quería olvidarlo todo y marcharse tan lejos como pudiera. Sin embargo, algunas cosas fueron difíciles de olvidar: un instante en Londres, en 1977, cuando un Magnus de diez años asistía al Salón Internacional del Automóvil de Earls Court con su padre. Ahí es donde puso sus ojos en un Porsche 911 Turbo 930 con los llamativos colores de Martini Racing y quedó impactado. En esa visita volvía una y otra vez a ver el 911, observando cada detalle y descubriendo que los otros coches carecían por completo de interés para él.
“Me quedé fascinado de inmediato. El gran spoiler trasero... ese Porsche parecía realmente rápido, incluso aunque no estuviera en movimiento. El coche aparecía en muchos de mis sueños de niño y, de repente, mi sueño tomaba forma”, relata con entusiasmo. El joven Walker tenía que regresar desde el Salón del Automóvil a casa, pero se llevó el coche con él, como un recuerdo grabado en lo más profundo de su mente. El 911 blanco se convirtió en una especie de faro para él: a veces se desvanecía en la niebla, pero nunca desaparecía.
Walker llegó a América a los19 años. Mientras cogía el gusto a las fiestas salvajes y se iba de gira con leyendas del rock como Alice Cooper, se le ocurrió la idea de crear su propia marca de moda, una idea forjada en algún lugar en el espacio, entre aquellas enseñanzas de su madre para coser cuando era niño y su gran amor por la música rock. Su estilo desgarrado y diferente pronto se hizo popular en el panorama del rock y el dinero empezó a llegar.
Entonces Walker recordó el 911 de Londres y decidió que ya era hora de vivir el sueño de comprar su primer Porsche: un 911 en color Rojo Indio. Walker trabajó para comprar su siguiente Porsche, un 911 T. Fue precisamente este modelo el elegido por el fabricante de juguetes Mattel para crear una versión para jóvenes soñadores, que llevaba el familiar 277 delante.
Y hoy, toda la época de los Porsche refrigerados por aire se puede examinar en su máximo esplendor en el garaje de Walker, donde tiene más de cincuenta deportivos en su loft del centro de Los Ángeles.
9:11 Magazine se encontró con Magnus Walker en su ciudad natal de Sheffield y estaba a su lado cuando vio el Porsche con el que empezó todo, hace 41 años:
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