El mayor halago

Gino Vairo es un aficionado que llevó su pasión y admiración por Porsche al mayor homenaje posible: la recreación.

   

Amor duradero:

Amor duradero:

Su primer Porsche fue un Boxster first edition que aún conserva.

Proveniente de una laboriosa familia italiana que se radicó en El Salvador a inicios del siglo XX, Luis Vairo Bizzarro, conocido como Gino, es un visionario del trabajo y, entre otras cosas, un incansable buscador de nuevos retos. Desde hace más de quince años, construye réplicas de autos Porsche clásicos como parte de un doble sueño: homenajear a la marca y demostrar el talento de los artesanos de El Salvador.

Heredó la pasión por los autos de su padre, Salvador. Su vinculación con las máquinas alemanas lo acompañó a lo largo de muchos tramos de su vida, como estudiante y como piloto de carreras, y unos años antes de que acabara el milenio, adquirió su primer Porsche, un Boxster First Edition.

El biplaza rojo que aún atesora fue la puerta de entrada a una fascinación por la marca que solo creció con el tiempo y que, eventualmente, se volvió el centro de su pasión por los autos. A lo largo del tiempo, ha ido sumando historias con sus 911, 356, 914, Cayman y Cayenne, entre otros modelos representativos.

Inmerso en el mundo Porsche, el punto de inflexión que lo llevó a pasar de entusiasta a creador sucedió en 2006. Adquirió una réplica 550 Spyder en Estados Unidos y, al ser un ingeniero en diseño inquieto y emprendedor, pensó que podría hacer una él mismo e incluso mejorarla. «Aquel carro tenía mucho para mejorar y yo soy muy meticuloso. Me gustan las cosas bien hechas», recuerda.

Comenzó dibujando un chasis tubular, probando materiales y aleaciones y dedicando largas horas a la planificación, en su mesa de trabajo. «En un momento, fue un dolor de cabeza, porque el reto era enorme», recuerda. Sin embargo, siguió adelante.

Con el proyecto en marcha, trabajó durante año y medio en la construcción, junto a un talentoso equipo de mecánicos, pintores y preparadores. Desvelos, ajustes, pruebas en calle, reubicación de puntos de soldadura y acoples, hasta que al final todo cayó en su lugar. Bajo el capó se alojaron motores bóxer de cuatro cilindros, fabricados en California, EE. UU. «Es maquinaria probada y robusta, con una caja de cuatro cambios hecha para una exigencia elevada», detalla. Después, siguió un largo camino para dejar los acabados de carrocería en el máximo nivel posible. Todo, respetando el diseño original y la búsqueda de una experiencia de manejo fiel al espíritu de los creadores alemanes.

El resultado fue tan impresionante que amigos suyos de varios países de Centroamérica comenzaron a pedirle que les fabricara una réplica del 550 Spyder. Y lo hizo. Pero más allá de hacer la maquinaria, desde el principio, su idea fue ofrecer una experiencia única a familias, amigos y personas cercanas, con las que pudiera compartir lo que tanto le fascinaba de la marca Porsche.

A partir del éxito de esa primera experiencia, rápidamente, Vairo se fascinó con otras creaciones de la misma época, como distintas vertientes del 718, el RS60 y el RSK, y empezó a replicarlas. El proyecto creció de tal manera que terminó convertido en una fábrica bautizada con el acrónimo de GIGU-SALU, una composición con las primeras letras de los nombres de sus tres hijos y su única hija. Así, el sueño terminó de cobrar forma.

El inicio:

El inicio:

El 550 Spyder fue el primer modelo de Porsche que Gino replicó exitosamente.

Uno de los momentos más emblemáticos y que mejor reflejan la magia del camino recorrido fue en 2011, cuando las creaciones de Gino se convirtieron en protagonistas de una exhibición en la pista más importante de la región, el Autódromo El Jabalí, en el Salvador. Durante una de las fechas del campeonato centroamericano, en presencia de pilotos expertos, desfilaron media docena de autos fabricados en el país, avivando el entusiasmo por Porsche y despertando la admiración de miles de asistentes. «El motor impulsándome fue mi esposa Allyson, quien me animó a seguir en todo momento», recuerda Vairo.

Este paso solo fue una inspiración para seguir adelante en el trayecto y poner todo el empeño en un sorprendente proyecto que la fábrica tenía en marcha en sus talleres. «Los 550 fueron la primera familia de autos Carrera de Porsche, y había uno sumamente emblemático que marcó la historia con gloria, el 550 Coupé», narra Vairo. El 550 Coupé ganó la Carrera Panamericana, los 1000 kilómetros de Buenos Aires e hizo podio en Le Mans.

Gino consiguió unos planos, gracias a un contacto en Europa. Según cuenta, su proyecto fue recibido con beneplácito cuando lo comentó a representantes del Museo Porsche, entonces recién inaugurado, en una visita a Alemania en el año 2010.

«Trabajamos arduamente para que nuestro homenaje al 550 Coupé fuera digno y creo que lo conseguimos», dice con orgullo y agrega que «siempre nos preguntan si podríamos construir más, pero yo, al igual que la fábrica, solo hice dos unidades y conservo una», afirma Gino.

Al hablar sobre su fascinante vínculo con la marca Porsche, Vairo dice que «encarna todo lo que alguien ama al conducir: potencia, seguridad, fiabilidad y distinción. Son carros completísimos», y agrega que «es muy difícil no fascinarse con los autos Porsche de cualquier época, todo el tiempo hacen cosas extraordinarias», sentenció.

GIGU-SALU ha creado más de 50 unidades que han sido exportadas a todo el mundo. «Cada una es una expresión de amor y admiración a una marca que hoy más que nunca nos hace soñar», dice Gino, mientras contempla sus creaciones. 

Julio Roberto Díaz
Julio Roberto Díaz