Viaje interoceánico
Porsche Latin America – A mediados del siglo pasado, un Porsche tardaba varios meses en atravesar el Atlántico y llegar a manos de su dueño en América.
Hoy, el 356 B que tiene Alejandro Moya en Panamá necesita solo algunas horas para ir del Océano Pacifico al Atlántico y regresar. El auto fue producido a finales de 1962 por Porsche/Karmann y vendido en Massachussets (Estados Unidos) en 1963.
“Es el único 356 B que hay en Panamá”, dijo Moya. “Se lo compré al canadiense Harry E. Hunt, quien años después de haberlo adquirido y utilizado se mudó a nuestro país y se trajo el auto con la idea de restaurarlo”. Hunt nunca tuvo tiempo para ello y en 2016 prefirió poner un aviso clasificado en la prensa local para venderlo porque necesitaba dinero para emprender un negocio en Boquete, provincia de Chiriquí.
Un cuñado de Moya le confirmó la existencia del auto y al día siguiente el ejecutivo, que desde hace más de 23 años trabaja como expatriado de Nestlé, viajó a Boquete y lo compró. “En Semana Santa me fui con mi esposa, mis dos hijos e incluso mis padres a recogerlo. Al ver el estado tan lamentable en el que se encontraba, ellos pensaron que yo estaba loco”. Sin embargo, tras dos años de restauración, el 356 B identificado con el VIN 211994 quedó impecable. Se ha mantenido en tan buen estado que en 2018 los jurados del VII Concurso de Elegancia lo nombraron ‘Best of Show’ y en la edición de 2023 fue el favorito del público, con lo que obtuvo el premio ‘People´s Choice’.
A las ocho de la mañana, con el sol comenzando a tibiar las aguas del mar, nos encontramos con el 356 B en la calzada Amador, una autopista de seis kilómetros de largo sobre el océano Pacífico construida con rocas que fueron extraídas durante la construcción del Canal de Panamá entre 1904 y 1914. La vía une las islas Naos, Perico y Flamenco con tierra firme, en donde destaca el multicolor Biomuseo. El Porsche, con su color original Azul Oslo, sus faros amarillos y su tapizado rojo, parece ser una pieza rodante del museo de historia natural diseñado por el arquitecto Frank Gehry.
Dos años duró la restauración en
Panamá del 356 B.
El 356 rueda cómodamente sobre la autopista Panamá-Colón, una vía en excelentes condiciones que va paralela a la ruta interoceánica que hacen los barcos en unas ocho horas al superar un desnivel de 26 metros gracias a las seis esclusas del Canal de Panamá.
Tras dejar la ciudad, a unos cinco kilómetros de los Altos de Panamá, la autopista se adentra en los parques nacionales Camino de Cruces y Soberanía, con lo que el trazado se convierte en un denso tobogán verde producto de los más de 60 árboles nativos que son vitales para el ecosistema del lago Gatún, el cual provee de agua a las esclusas del Canal.
Al dejar Río Rita y acercarte a Sabanitas, el Azul Oslo del 356 comienza a mezclarse con las aguas verdosas del lago Gatún. En el recorrido es fácil observar muchas de las mil especies de aves que hay Panamá y con un poco de atención también es posible ver algunas de las 270 especies de mamíferos silvestres que habitan en el istmo.
La autopista rodea el lago Gatún mientras va haciendo un giro hacia el occidente para llegar a Colón. El 356 continúa su recorrido hacia la marina Sherman y al cruzar el puente Atlántico, uno de los tres que atraviesa el Canal, un sentimiento de nostalgia le invade como si recordara que en 2003 cruzó otro puente atirantado, el Leonard P. Zakim Bunker Hill Memorial sobre el río Charles, en Massachussets, un año antes de que Harry E. Hunt dejara para siempre Norteamérica y se mudara a Panamá.
Un poco más adelante, y tras unas dos horas de recorrer casi 100 kilómetros, el auto se detiene en el restaurante The Dock, en Shelter Bay Marina, un punto obligado para los miembros del Porsche Club Panamá cuando hacen este mismo viaje para disfrutar con la comida del mar y los patacones verdes bien tostados. Un lugar ideal para compartir anécdotas.
“Mi pasión por los Porsche comenzó desde la infancia, cuando me tomaba fotos junto a los Porsche que encontraba sin que me vieran sus dueños. Tuve que esperar hasta 2013 para poder comprar el primero de los ocho que hoy tengo”, dijo Moya. “Estaba viviendo en Costa Rica y me tardé más de un año en convencer al dueño de un 911 SC para que me lo vendiera”.
Cuando Moya fue trasladado de nuevo a Panamá no dudó el regresar en el 911 SC con su esposa, Mónica Benítez. “Fue un viaje único y espectacular, ya que parte de la carretera es bordeando el mar”, dijo Moya. “El tema es que llegando a Panamá, Mónica me dijo que le pusiéramos gasolina al carro, pero como a mí no me gustaba la marca de la estación de servicio seguí derecho. Unos 20 kilómetros más adelante el motor se detuvo, pero no hubo silencio alguno, pues mi esposa no paró de cantaletearme, aunque después terminamos riéndonos de la situación”. Posteriormente, una persona nos trajo unos galones de gasolina que nos permitieron llegar a Panamá sin problema”.
Tras el descanso en The Dock, vuelve a rugir el motor del 356 B, un cuatro cilindros plano de 1582 centímetros cúbicos tomado de un 912 de 1965, ya que el original no estaba en condiciones de ser restaurado, al igual que no lo estaba la transmisión. El recorrido de regreso hacia el océano Pacífico solo tiene un pequeño desvío para visitar el Centro de Visitantes Agua Clara, ubicado en un cerro desde el cual se puede apreciar muy bien la magnitud del Canal de Panamá y la obra maestra de Ferdinand, la que dio origen a la leyenda Porsche.