El cazador de ballenas
Un capitán de vuelo se enamora de un alerón, se descubre como artista y fascina a Jacky Ickx.
¡Rumbo a Tampa! En agosto de 2019, Johans Lamic despega en dirección a Florida. Vuela a menudo, la mayoría de las veces como piloto. Sin embargo, esta vez lo hace por un tema personal: tiene una cita con su sueño en forma de coche refrigerado con aire. Encontró en Internet el Porsche 911 3.2 Carrera Targa del año 1984. Fue amor a primera vista. Y luego está ese sonido... «¡Grandes sensaciones!», afirma entusiasmado el francés de 42 años. «Enseguida sentí el alma de este coche y me enamoré locamente de la sensación de conducción original». Se ríe sobre sí mismo y llena así todo el taller. Está situado en una callejuela de la capital mallorquina, Palma, y parece un tanto pequeño para un hombre de esta envergadura. Lamic mide dos metros desde su sombrero de gaucho hasta las zapatillas deportivas de skateboard.
En Tampa arregló los papeles para el transporte y en Europa llevó a cabo una restauración especial, una retroequipación a la década de 1960. Un capó del motor más largo, un parachoques distinto y adiós al alerón trasero. El propietario original, un dentista de Massachusetts, encargó el Targa en su día con el imponente alerón turbo del 930 del año 1974. Por su forma ondulada que recuerda a la cola de una ballena, se conoce popularmente como Whale Tail. «Demasiado bonito y demasiado valioso como para tirarlo», comprendió Lamic de inmediato. Encargó que se pintara de nuevo aquel objeto con décadas de antigüedad y lo colgó como adorno en la pared. Muy bonito. Pero le faltaba algo. Tras observarlo detenidamente, Lamic sintió una especie de inspiración: «El alerón trasero es un componente aerodinámico y el aire no es sino agua en un estado diferente, así que se me ocurrió el diseño de las gotas». Experimentó durante semanas con resina artificial y se rompió la cabeza con el diseño y la estabilidad de las gotas. «Me perseguían hasta en sueños y no me dejaban dormir bien», recuerda bromeando. Al fin, encontró una solución técnica para conseguir las gotas perfectas. Había nacido The Whale Tail Project. Lamic empezó a practicar a la vez otra profesión: cazador de ballenas. Navega horas y horas por Internet en busca de más ejemplares de la codiciada «cola», llama por teléfono y mantiene correspondencia con potenciales vendedores.
En sus manos, los alerones traseros «pescados» con tanto esfuerzo se convierten en esculturas con el look de escuderías históricas de Porsche. Al diseño de Martini Racing le siguió la combinación azul claro-naranja de la pintura Gulf, y después una interpretación del 917/20 rosa que compitió en 1971 en Le Mans como Pink Pig. Los colores del exitoso equipo Brumos Racing y de Kremer Racing también le sirvieron de inspiración. Justo ahora se presenta la sexta edición en los colores de los vehículos patrocinados por Rothmans. Nada menos que la leyenda del automovilismo Jacky Ickx ha reservado ya el primer ejemplar para él. Muchos detalles de las obras de Lamic son un homenaje a la auténtica tecnología de carreras. Para estabilizar las esculturas, siempre instala en el interior una estructura similar a la de una jaula antivuelco. Para ello emplea tubos con un diámetro de 32 milímetros como los que se usan también en los coches de carreras de Porsche. Hasta los pequeños rótulos con los nombres de la colección de las obras de arte son idénticos en tamaño, color y tipografía a las pegatinas originales de los compartimentos de motor de Porsche.
Sus esculturas despertaron rápido un gran interés internacional: Lamic realiza numerosas exposiciones en EE. UU., Alemania, Austria y Suiza, además de Dubái. Tiene previsto hacer en total nueve ediciones de diseño, cada una limitada a once ejemplares.
Entre vuelos y diseños, disfruta de su Targa color gris piedra: «Me gusta la sensación de libertad con el coche abierto, el aroma de los pinos en la Sierra de Tramontana en Mallorca, recorrer carreteras sinuosas». Su currículum también está lleno de curvas. Nacido en París, creció en el archipiélago caribeño de Guadalupe y descubrió su pasión por el baloncesto. Al acabar sus estudios, hizo la maleta rumbo a Francia para jugar como profesional. Lamic estudió derecho paralelamente durante unos semestres, pero luego dio un nuevo giro y se convirtió en director de marketing y ventas de una cadena de electrónica para la región del sudeste de Francia. Su salario le permitió pagarse las primeras horas de vuelo, devorar libros sobre aeronáutica y teoría de la aviación y entrenarse en casa con un programa de simulación de vuelo. Con veintitantos años inició su formación como piloto y, tras volar por Turquía, Ruanda y el Congo, se convirtió en capitán con sede en Londres-Heathrow. A esto se une su patria adoptiva Mallorca, vuelos por las alturas artísticas en todo el mundo... más la curiosidad por cuál será su próximo volantazo.