Altos vuelos

Dos pilotos, uno espacial y otro de carreras: reunimos a Matthias Maurer, astronauta de la Agencia Espacial Europea, que en otoño volará a la Estación Espacial Internacional, y a Timo Bernhard, ganador absoluto de Le Mans, poseedor del récord en Nürburgring y campeón del mundo de deportivos. ¿Cómo consiguieron hacer realidad sus sueños? 

Dos personas. Dos misiones. La misma entrega.

   

En la región alemana del Sarre la gente está acostumbrada a levantar la vista. Ello se debe a los aviones militares que entrenan sobre el pequeño estado federado alemán situado junto a la frontera francesa. Matthias Maurer y Timo Bernhard crecieron con esa imagen del cielo, siempre fascinados por la tecnología y la velocidad. Uno de ellos se convirtió en astronauta; el otro, en piloto de carreras. Sus carreras profesionales se caracterizan por la tenacidad, un alto nivel de autoexigencia, una excelente forma física y el trabajo con equipos de expertos internacionales de tamaño similar. Ambos saben lo que es tener que confiar en la precisión de la preparación técnica. Ambos tienen que soportar elevadas fuerzas g. Para ambos la comunicación por radio con los ingenieros es cuestión de supervivencia.

Laboratorio espacial:

Laboratorio espacial:

Matthias Maurer (derecha) muestra a Timo Bernhard la réplica exacta del módulo Columbus de la ISS en la sede de la ESA en Colonia.

El astronauta

De 0 a 28.000 km/h en 10 minutos: una aceleración que Matthias Maurer espera ya con ganas. El astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA) la va a experimentar a bordo de la cápsula Crew Dragon de SpaceX, en la punta del cohete Falcon 9. Bajo él, cientos de toneladas de carburante altamente explosivo. El despegue, extremadamente delicado, está previsto para otoño de 2021. Unas 24 horas más tarde, empezará con sus tareas en la Estación Espacial Internacional (ISS). Le esperan largas jornadas de trabajo. Durante una estancia de aproximadamente seis meses en la ISS, cada astronauta realiza entre 100 y 150 experimentos en un espacio diminuto. Maurer es doctor en ciencias de los materiales y lo que más le gusta hacer en ausencia de gravedad es desarrollar nuevas aleaciones de metales para, por ejemplo, aumentar la eficiencia de los motores o las placas solares.

«Si pierdes el fino cordón umbilical que te ata a la estación, te conviertes en basura espacial». Matthias Maurer
Preparativos:

Preparativos:

el traje espacial de Matthias Maurer está hecho para soportar la ingravidez; el ser humano, no.

Él mismo también forma parte del experimento. En el momento del despegue, tendrá 51 años. Durante los seis meses que pasará en la estación espacial, sus huesos envejecerán 30 veces más rápido que en la Tierra. «Los seres humanos no estamos hechos para vivir sin gravedad», explica. «Los músculos y el sistema inmunológico se debilitan, y sufriré molestias oculares». Los nervios ópticos pueden verse afectados. Entre su lista de tareas, están previstas dos horas de ejercicio al día. Se quiere estudiar qué hay que hacer para que los seres humanos puedan mantener la salud mientras están en el espacio, cómo vivir en la Luna y viajar de allí a Marte.

En 2008, Maurer presentó su candidatura como astronauta para la ESA. Uno de entre 8.500. «Yo era científico y vi la oportunidad de poder trabajar con la tecnología más avanzada en un equipo internacional. Además, me atraía la parte de aventura». Pero el sueño se hizo esperar, y no fue hasta 2017 cuando, finalmente, fue aceptado por el Cuerpo Europeo de Astronautas. 

Ha tenido que aprender a sacarse sangre él mismo y a extraer dientes, además de entrenar la supervivencia en cueva y bajo el agua. De estudiante, aprendió inglés, francés y español, y ahora se ha puesto con el chino y el ruso para poder llevar a cabo una comunicación a prueba de crisis con sus colegas internacionales. 

El piloto de carreras

Matthias Maurer y Timo Bernhard se conocieron en el box de Porsche en el Nürburgring en 2017. Al instante se sumergieron en la profesión del otro. Tal como demuestra un viejo dibujo, de niño Maurer quería ser piloto de carreras. Bernhard, que hoy tiene 40 años, les explicó a su padre y sus compañeros, todos ellos pilotos aficionados, que él también quería pilotar cuando solo tenía cuatro años. «Pero no solo para divertirme, como vosotros», recuerda entre risas que les dijo, «¡yo quiero ganar y vivir de ello!». Y no cejó en su empeño: karting, competiciones de fórmula… Sus padres vieron clara su determinación, y nunca dejaron que percibiera que el dinero apenas alcanzaba para todo.

«Reducir en un 1% lo factible redujo el riesgo a la mitad». Timo Bernhard
Vista atrás:

Vista atrás:

Timo Bernhard reflexiona sobre su carrera y lo más peligroso que ha hecho nunca.

A los 18 años, se unió al equipo de Porsche como piloto júnior y, en 2002, pasó a ser piloto oficial. Su gran sueño era una victoria absoluta en las 24 Horas de Le Mans al volante de un Porsche. Igual que en el caso de Maurer, su oportunidad se hizo esperar. Y al igual que Maurer, esperar no significó para él estar sin hacer nada, sino seguir aprendiendo y formándose cada día. Bernhard ha ganado en todas las grandes carreras de resistencia: Daytona, Sebring e incluso cinco veces la clasificación general de las 24 Horas en el sector norte del Nürburgring. En 2012, se convirtió en el primer piloto en involucrarse en el proyecto de Porsche para volver a la máxima categoría de las carreras de resistencia. Vivió en su propia piel todos los contratiempos en el desarrollo del futurista prototipo de Le Mans, el Porsche 919 Hybrid. Saber trabajar en equipo y dejar el propio ego en un segundo plano no solo es la gran máxima de la ESA, también es la de Bernhard.

En 2014, 2015 y 2016, la victoria general de Porsche en Le Mans parecía estar al alcance de la mano. En 2017, por fin consiguió, entre lágrimas, el triunfo. Ha sido un buen deportista durante toda su carrera profesional. Pero, además, se ha adentrado en el mundo de la tecnología para poder seguir ajustando y mejorando los vehículos. Los pilotos de carreras son generadores de datos humanos para los ingenieros, visibles en cada metro. En 2018, con un tiempo de 5:19,546 minutos batió el récord de tiempo por vuelta en el sector norte del Nürburgring al volante del 919 Hybrid Evo, un coche de carreras modificado para tal fin. «Es lo más peligroso que he hecho en la vida», admite.


La fuerza motriz

«Al principio, era el placer de la física al volante», asegura Bernhard. «Controlar un kart, derrapar, acelerar. Después, llegaron las ganas de competir. El tercer y más importante factor fue cuando me di cuenta de que quería ayudar en el avance tecnológico». Muy pocas personas saben cuánto les debemos a las carreras: la calidad de los frenos de los coches, por ejemplo, la seguridad de los depósitos de plástico, una aerodinámica que ayuda a ahorrar combustible manteniendo un buen rendimiento, la eficiencia de los turbocompresores o la sofisticada gestión de la energía de los vehículos híbridos y eléctricos. «Con el 919 Hybrid nos hemos adentrado en la tecnología de 800 voltios, que ha alcanzado la producción en serie con el Porsche Taycan. En la Fórmula E conducimos de forma puramente eléctrica y en la Supercopa Porsche Mobil 1 estamos probando combustibles regenerativos. El progreso técnico tiene mucho que agradecer al deporte de motor». 

Probar tecnologías para el futuro también es uno de los motores internos de Maurer. Destaca los satélites, con cuyos ojos observamos nuestro planeta. También nos permiten hacer previsiones meteorológicas, navegar por GPS y comunicarnos. «Pero el producto más sostenible de la Tierra procedente de la aeronáutica es el uso de la energía solar. Es una tecnología que trajimos del espacio y que seguimos desarrollando allí». Además, «desde la órbita podemos ver lo delgada que es la línea azul que forma el clima terrestre. Tenemos que protegerlo mejor». 

Sean a pie, a caballo o con vehículos, las carreras son tan antiguas y constantes como la motivación primordial de Maurer: «Los seres humanos siempre hemos mirado al cielo y siempre hemos querido entender el universo. Podemos aprender de la Luna, esa parte de la Tierra intacta durante 4.500 millones de años». Espera poder pisarla con sus propios pies en otra misión. «Para finales de esta década», pronostica, «los seres humanos volverán a alunizar. Y entonces iremos para quedarnos». La arena lunar se utilizará para generar aire, agua y combustible. Más adelante, el mismo procedimiento se aplicará en Marte. «Un viaje de 500 días de ida y vuelta a Marte no tiene sentido si las personas pierden sus capacidades por el camino y una nave espacial solo puede llevar lo más necesario para sobrevivir», explica. 

Líder en tecnología:

Líder en tecnología:

el Porsche 919 Hybrid ha aportado innovadores conocimientos sobre la movilidad eléctrica.

El valor

La temeridad no es una característica positiva ni para un piloto espacial ni para uno de carreras. La máxima es: riesgo calculado. «Es importante», dice Maurer, «aprender a reconocer el propio límite físico durante el entrenamiento para poder evitarlo en un caso de emergencia. Al fin y al cabo, tengo que investigar». Cuando se trata de despegar y aterrizar, confía en la experiencia. «La cápsula es capaz de resistir incluso una reentrada balística incontrolada en la atmósfera terrestre. No obstante, tenemos que soportar hasta 9 o 10 g durante un corto periodo de tiempo. Normalmente, el pico es de 3,5 o 4 g. Timo tiene que aguantar regularmente niveles superiores, de hasta 5 g en frenada y especialmente en forma de aceleración lateral en curva». Dice que en la ISS se sentirá seguro porque todo está vigilado y controlado. Pero, ¿y en mitad del espacio? «Eso sí que requiere valor, para qué nos vamos a engañar…», admite. «Solo tres milímetros de plexiglás me separarán de una muerte segura. Algunos colegas me han hablado de ese momento en el que abres la escotilla y tienes miedo de caer, lo cual es totalmente absurdo porque no hay gravedad. Si pierdes el fino cordón umbilical que te ata a la estación, te conviertes en basura espacial».

También Bernhard ha sido siempre muy consciente del riesgo al que se expone. «Nunca he sido un conductor temerario, sino más bien estratégico y respetuoso con el material. Pero en la vuelta a la sección norte del Nürburgring con el 919 Evo, necesité todo mi valor. Nadie lo había hecho antes, no había un guion establecido». Describe la hazaña como «pista de la vieja escuela con un coche de carreras de alta tecnología». Velocidad máxima: 369,4 km/h. «La tensión era máxima», admite. «Lo preparé todo meticulosamente con el equipo, lo aposté todo a aquella vuelta y, después, apenas podía hablar». Tenía los sentidos completamente sobreexcitados. Pero incluso en este estado de emergencia consiguió hacer sus cálculos: «Reducir en un 1% lo factible redujo el riesgo a la mitad». Esta capacidad fue precisamente la que llevó a Porsche a elegirle como piloto.

El día siguiente

¿Qué ocurre una vez se ha conseguido el gran objetivo? Maurer ha visto hundirse a otros colegas al volver de una misión y convertirse en auténticos adictos al siguiente vuelo. «Yo también tendré que buscar nuevos objetivos. Tengo mucha curiosidad por ver cómo me cambiará esta experiencia». 

Bernhard puso fin a su carrera como piloto cuando sintió «que había alcanzado el cénit». Su nuevo papel como embajador de la marca Porsche, que representa las tecnologías del futuro y la movilidad eléctrica, le llena. Relata su experiencia a otros y promueve a jóvenes talentos en su propio equipo de carreras. En 2018, aceptó entusiasmado la invitación de Maurer para acudir al centro de formación de astronautas de la ISS en Colonia, donde conoció los módulos de la ISS. La fascinación de Bernhard por el mundo espacial no pasó desapercibida en su casa y su hijo mayor, Paul, de 8 años, quiere ser astronauta. En otoño, padre e hijo quieren viajar a Florida para presenciar el despegue de Maurer al espacio. Matthias Maurer y Timo Bernhard tienen el mismo mensaje para los jóvenes: mantén viva la curiosidad, escucha tu corazón, no te dejes intimidar. Solo quien tiene sueños los puede hacer realidad.

Heike Hientzsch
Heike Hientzsch