ICON
Tal vez sea la llave de contacto más icónica de la historia del automovilismo deportivo.
Aparece fugazmente en unos pocos fotogramas de la película Le Mans, cuando la cámara enfoca a Michael Delaney, interpretado por Steve McQueen, sentado al volante de su 917 K justo antes de empezar la carrera. En una serie de trepidantes planos aparece el reloj de salida con las manecillas a un minuto de dar las cuatro de la tarde sobre un fondo de nubes de tormenta, el juez de carrera a punto de bajar la bandera, y la mano izquierda de Delaney, enfundada en un guante Nomex, girando la llave de contacto. La aguja minutera del reloj marca las doce, la bandera de salida cae y los bólidos salen en estampida, reproduciendo una carrera real de 1970.
Antes de su debut cinematográfico, el interruptor de encendido ya llevaba tres años funcionando.
En 1967, el departamento de experimentación y competición de Porsche había hecho suyo el mantra de Ferdinand Piëch según el cual se debía «eliminar peso a toda costa». Por entonces, la norma era intentar hacer más ligeras todas las piezas sin mermar las prestaciones de los vehículos. Así, mientras los modelos 904, 906 y 910 utilizaban una sencilla combinación de interruptor y llave extraíble, para el nuevo 907 se desarrolló un sistema completamente novedoso. Ya no hacía falta una llave extraíble, que encima podía extraviarse con facilidad. Al fin y al cabo, Porsche había dejado de construir coches de carreras que se pudieran utilizar a la vez en la vía pública.
El interruptor de encendido ideal llegó de la mano de la empresa Kirsten. Era extremadamente ligero y tenía una llave fija con siete orificios para reducir todavía más su peso.
Se hacía evidente a primera vista que este interruptor iba destinado exclusivamente a la competición. Así, el vertiginoso desarrollo que llevó a Porsche de la victoria por categorías a la victoria general en Le Mans entre los modelos 907 y 917, empezó con un sencillo giro de esta llave.
Imagen cortesía de 000 Magazine