Chad McQUEEN

Le Mans, 1970: Steve McQueen, «King of Cool», trata de sortear con su Porsche 917 Gulf azul claro con el número de salida 20 el accidentado caos de las 24 Horas. El actor, piloto amateur y apasionado de las motos, está rodando Le Mans, una película de acción protagonizada por él. Pero Steve no es el único McQueen junto al set de rodaje. A pocos metros de allí, en un circuito protegido por balas de paja, un chaval de 10 años conduce un kart de carreras una vuelta tras otra. Se trata del hijo del actor, Chadwick Steven, llamado «Chad».

También él quiere ganar. Sin embargo, mientras Michael Delaney –el personaje que interpreta su padre– sucumbe en un duelo espectacular contra otro Porsche 917 Gulf, en el lance infantil Chad se hace con la victoria bajo la atenta mirada de su hermana Terry.

«Terry y yo estuvimos cuatro meses en Le Mans, principalmente en la zona de rodajes, pero también pasamos mucho tiempo en la pista de karts», relata. Desayunaban con grandes del automovilismo –como Jo Siffert, Derek Bell o Rolf Stommelen– y entablaron amistad con Erich Stahler, el rival de su padre en la película, interpretado por Siegfried Rauch. Chad aún recuerda como si fuera ayer la vuelta que dio al circuito sentado sobre el regazo de su padre en la cabina del Porsche 917. «El amor de mi padre por las carreras de coches era contagioso», asegura. En su día, Chad quiso convertirse en un actor tan reputado como su idolatrado padre. Actuó en Karate Kid, pero el éxito se le resistió. Ahora, a sus 56 años, él mismo parece extrañarse al recordarlo: «A veces, el talento interpretativo debe de saltarse una generación». Por lo que decidió dedicarse al mundo del motor.

«El amor de mi padre por las carreras de coches era contagioso».

Durante décadas, desde aquellos días despreocupados pasados en Francia en 1970 cuando aún era un niño, su gran sueño fue participar algún día como piloto en una carrera de verdad en Le Mans. Sin embargo, el 7 de enero de 2006 este sueño se vio truncado para siempre en el circuito de Daytona Beach, en Florida. En la última curva antes de la última recta, Chad perdió el control de su Porsche 911 GT3 y dio varias vueltas de campana. Ahora, su columna vertebral se sostiene con varios tornillos y placas de acero. «Porsche ha marcado mi vida», confiesa con una sonrisa. Sentado al volante de un 911 S color pizarra, Chad rememora aquel día de 1968 en que su padre llegó a casa con el nueveonce: «Oí el motor y salí corriendo». El color y el modelo inspiraron a su padre para la escena inicial de Le Mans. En ella, Michael Delaney, encarnado por Steve McQueen, conduce por el idílico paisaje francés, toma una curva en dirección a Le Mans y, finalmente, se detiene junto al circuito. Mediante un flashback, recuerda allí la ficticia carrera del año anterior, en la que un grave accidente provocado por él acabó con la vida de su compañero y amigo Piero Belgetti. Corte. Comienza la carrera actual. De nuevo en mitad del meollo.

En 2011, el Porsche cinematográfico fue subastado por casi un millón de euros, pero el auténtico «911 McQueen» privado del actor ha permanecido hasta hoy en el garaje de la familia. Para Chad es como un cofre del tesoro repleto de recuerdos de su padre. «Este coche alberga un sinfín de momentos», comenta. Las excursiones con él, por ejemplo. Unas escapadas que aún hoy McQueen Jr. emula de vez en cuando yendo a los mismos lugares a los que solía ir con su padre. Chad se inclina y saca de la guantera la documentación original del vehículo. Un pequeño corazón rojo adorna el reverso del papel. Lo dibujó su hermana Terry para su padre hace una eternidad.

Bastian Fuhrmann
Bastian Fuhrmann